Si algo están comprobando los grandes destinos
internacionales a medida que el flujo de visitantes aumenta es que la gestión
del éxito turístico es una cuestión de equilibrios. Equilibrio entre su peso en
el PIB y las molestias para los residentes, su relevancia en las economías
locales y su factura en términos medioambientales y sociales… En esa complicada
cuerda se encuentran Japón, Ámsterdam, Hawái, Venecia, Barcelona, Canarias y
Baleares… E Islandia, que estudia ya cómo ajustar su política fiscal para que
la cada vez mayor afluencia de turistas no acaba saturando el país insular.
Sus autoridades ya han recuperado un impuesto para turistas que se aplicaba antes de la pandemia y reconocen estar estudiando cambios en su modelo de tasas. El objetivo: beneficiarse del turismo... sin caer en el sobreturismo. "Que pague el usuario". La noticia revela que las autoridades islandesas quieren cambiar el modelo fiscal que aplican al turismo para alcanzar el deseado (y complejo) equilibrio entre turismo y sostenibilidad.
"Todavía estamos intentando moldear el sistema
impositivo del sector turístico para el futuro", reconocía entonces el
exprimer ministro del país, Bjarni Benediktsson. Y si bien el dirigente no
entra en detalles ni concreta qué tienen exactamente en mente las autoridades,
sí da algunas pistas de hacia dónde quieren dirigirse en el futuro.
Un mayor control. "Nos gustaría inclinarnos más hacia un sistema en el que pague el usuario", avanza. Benedkiktsson reconoce su apuesta por centrarse en lo que denomina "imanes" turísticos. "Al hacerlo podríamos controlar el tráfico. Así, en el momento de mayor demanda podríamos tener una tasa más alta y controlarla modificando las tasas tanto dentro del día como entre meses, o diferentes partes del año", explica el recién nombrado primer ministro de Islandia, que aclara en cualquier caso que el plan está aún en una fase inicial. "Está en proceso".
Objetivo: el equilibrio. La prioridad para
Benedicktsson es garantizar que el sector turístico crezca en sintonía tanto
con la sociedad como con la naturaleza. Con ese propósito el Gobierno trabaja
en su propio "balance de sostenibilidad".
"Hemos ideado un sistema en el que nos fijamos en
ciertos indicadores: ¿Está la naturaleza en equilibrio en un lugar determinado?
¿Está la sociedad satisfecha con el desarrollo? ¿Está en verde, amarillo o
rojo? […] Si vemos que hay lugares que están siendo dañados por el número de
personas que los visitan, por ejemplo en Geysir, donde tenemos las aguas
termales, tenemos que tomar medidas".
Un indicador más. No es la primera vez que el Gobierno
de Islandia deja entrever que echará mano de los impuestos para evitar los
efectos de la saturación turística. En 2023, todavía con Katrín Jakobsdóttir en
el cargo de primera ministra, las autoridades reconocían mirar a la política
impositiva como una forma de protegerse del exceso de viajeros. "El
turismo ha crecido de forma exponencial en Islandia en la última década y eso
obviamente no solo afecta al clima", advertía por entonces Jakobsdottir
durante una entrevista con Bloomberg Television.
"Además la mayoría de nuestros huéspedes visitan
la naturaleza y eso crea una presión", recalcó la dirigente. Bloomberg
apuntaba que una de las estrategias que tendría sobre la mesa el Gobierno para
frenar la factura de la masificación turística es subir los impuestos a los
visitantes que se alojan en el país. Si bien Jakobsdottir matizaba que, al
menos al principio, las tasas aplicadas no serían elevadas.
Recuperando tasas. Poco después, con el cambio de año,
el Gobierno decidió reintroducir una impuesto turístico que aplicaba ya a los
alojamientos antes de la crisis sanitaria. Las tasas se recuperaron en enero,
cuando se hicieron extensibles además a los cruceristas. Como precisa Schengen
News el cambio conllevó que los visitantes empezasen a pagar 4 euros extras por
habitación reservada en hoteles, pensiones o cualquier otro alojamiento, además
de un plus a mayores a quienes pernoctasen en campings o caravanas y los
pasajeros de transatlánticos (6,63).
De porcentajes... y erupciones. El turismo islandés
afronta un escenario complejo. A lo largo de los últimos años el país ha
sufrido erupciones volcánicas que han afectado a algunas de sus zonas más
turísticas. Hace un año de hecho un volcán del suroeste entró en erupción y
amenazó a la ciudad costera de Grindavik, obligando a evacuar el spa geotérmico
Blue Lagoon, un destino popular entre los visitantes.
Los datos recogidos por la CNBC muestran que en 2024
las autoridades esperaban que el país llegase a 2,3 millones de visitantes, en
2025 sean 2,4 y en 2026 el dato vuelva a crecer hasta situarse en 2,5 millones.
Las tablas de Statita muestran con claridad que, salvo en los años marcados por
el COVID, el flujo de visitantes de la nación insular ha crecido a un ritmo
sostenido durante la última década.
Y a buen ritmo. En 2010 registraba apenas 1,77 millones de turistas, considerablemente por debajo de los 2,5 en los que se situará a mediados de esta década si las previsiones aciertan. Su peso económico ha llegado a ser tal que en 2023 el sector turístico llegó a representar el 8,5% del PIB, sensiblemente por encima del 7m,5% de 2022 o el 8,2% en el que se movía antes del COVID (Xataka.com, texto do jornalista Carlos Prego)
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