El chavismo ha
aprendido a vivir en estado de combustión, sobre todo después de las elecciones
presidenciales del pasado julio. Nicolás Maduro, disgustado por la información
errónea que recibió en la campaña ―la victoria estaba “asegurada” por la
movilización de los fieles, los empleados públicos y sus familias―, mantiene en
máxima tensión al Gobierno y no quiere dejar nada al azar. Sobre todo en lo
relativo al 10 de enero, el día que da por seguro que se investirá como
presidente por otros seis años, a pesar de las sospechas fundadas de que
cometió un fraude electoral. Maduro y su entorno analizan todos los escenarios
posibles: una insurrección militar, una invasión y hasta la entrada en
Venezuela por alguna de sus fronteras de Edmundo González Urrutia, ganador de
las presidenciales según las actas electorales recogidas por la oposición y que
el régimen se ha negado a mostrar.
La sensación general es que todos estos planteamientos resultan improbables. Casi con toda seguridad, Maduro será investido presidente sin mayores problemas. “En verdad percibo que el enemigo poderoso y cruel está desactivado para cualquier plan subversivo”, dice un jerarca del chavismo muy próximo a Maduro. Pero eso no quiere decir que no se mantenga alerta llegado el caso. La cúpula del Gobierno ha querido transmitir una imagen de fuerza. Los últimos días de 2024 dejaron imágenes como la de Diosdado Cabello disparando con un fusil ―se trata de un militar en retiro con rango de teniente que acompañó a Hugo Chávez en un intento de golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez en 1992―. Cabello, en quien pensó Chávez como sucesor antes de decantarse por Maduro, ahora ejerce de ministro del Interior, un cargo que ocupa desde el conflicto postelectoral como una manera de cerrar el Gobierno y llenarlo de los más radicales. Lleva semanas hablando de una amenaza “inminente” para la que se dicen preparados.
“El que intente
meterse con Venezuela, la va a pagar muy caro. Ellos podrán entrar si se lo
proponen, el problema de ellos va a ser salir de esta tierra”, dijo Cabello el
domingo pasado desde La Guaira, durante la inauguración de un centro de
entrenamiento para la Policía Nacional Bolivariana, la ocasión que le permitió
mostrar sus destrezas con los fusiles en vídeos que difundió el aparato de
propaganda. “No son pocas las amenazas que contra nuestro país hacen cada día
desde los distintos lugares del mundo, los enemigos internos y los enemigos
externos”, agregó antes de asegurar que hay 20.000 efectivos formados en
acciones de fuerzas especiales en Venezuela, desplegados en todo el país con el
“mejor armamento para la defensa”.
Antes de esto, al
patrullaje que suele incrementarse por Navidad se incorporó el componente
militar con unidades de reacción rápida, las llamadas URRA, una evolución del
pelotón de armas hacia una unidad de maniobra ligera adaptable a la misión y la
zona de operaciones que le toque operar. En un acto televisado, apareció el
ministro de Defensa, Vladimir Padrino, acompañado de Cabello, entregando
vehículos blindados para el orden interno a la Guardia Nacional. En las calles
de Caracas, el número de puestos de control policial y el patrullaje a cargo de
hombres encapuchados con armas largas se suma a lo que parece una estrategia
coordinada para disuadir cualquier tipo de amenaza contra el Gobierno mediante
la fuerza de la intimidación.
Ha sido Cabello el
portavoz de las detenciones recientes de extranjeros en el país, que el
Gobierno chavista ha usado como evidencias de “planes terroristas” y que ha
servido para confirmar su narrativa del constante asedio internacional “para
desestabilizar a Venezuela”. La seguidilla de arrestos incluye a tres
estadounidenses, uno de ellos marinero de la Armada; a José María Basoa
Valdovinos y Andrés Martínez Adasme, dos españoles que estaban de turismo en
Venezuela y a quienes señalaron de ser agentes del Centro Nacional de
Inteligencia; y el más reciente caso del gendarme argentino Nahuel Gallo, que
venía a visitar a su pareja y al que ahora se investiga por terrorismo.
El chavismo ha
relacionado las actividades de bandas criminales como el Tren de Aragua, que
por años operó desde una cárcel en Venezuela, con la oposición y con las formas
de organización diseñadas para la campaña electoral ―después de años en los que
el Gobierno negaba la existencia misma del grupo―. De esa forma han intentado
criminalizar los “comanditos”, integrados por voluntarios de la líder
opositora, María Corina Machado, que se movilizaron de forma cívica el día de
las elecciones para apoyar la candidatura de Edmundo González. Gran parte de
los más de 2.000 detenidos en este tiempo pertenecían a estas organizaciones.
Es por ello que Cabello también ha señalado que 2025 será el año de luchar
contra “las bandas de la delincuencia organizada que terminan siendo usadas por
el fascismo”, como comúnmente se refiere a los adversarios del chavismo.
Desde el lugar
secreto en el que se encuentra a resguardo, Machado ha lanzado un mensaje de
optimismo y ha pedido a los ciudadanos que se sigan movilizando en las calles:
“La hora ha llegado. Por nuestros hijos, por nuestra amada tierra, por nuestra
Libertad. Depende de ti, de mí, de todos. Tú tienes que estar ahí. Yo estaré
contigo. GLORIA AL BRAVO PUEBLO!!”. Por su parte, Edmundo González, desde su
exilio en España, ha escrito: ”Hoy, el primer día del año 2025, recordamos que
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, nuestra Carta Magna
desde el 15 de diciembre de 1999, es la base de nuestro orden constitucional.
El artículo 5 establece que la soberanía reside en el pueblo, quien la ejerce
directamente a través del sufragio. El artículo 7 reafirma que la Constitución
es la norma suprema que rige a todos, sin excepción. Defender los principios de
un Estado de derecho es nuestro compromiso. #SoberaníaPopular #EstadoDerecho”.
El chavismo quiere
blindarse con la movilización de sus seguidores en los días previos y
posteriores al 10 de enero. En las bases del movimiento ya se ha adelantado una
programación de actividades que supuestamente ha comenzado este 1 de enero, que
abría con un concierto de fin de año en las afueras de Miraflores. Para el día
de la asunción en el poder en el Palacio Legislativo, el PSUV, el partido
oficialista, ha prometido llenar 10 avenidas de Caracas. “El 28 de julio el
pueblo se expresó y el CNE [Consejo Nacional Electoral] proclamó, de acuerdo al
voto popular, a Nicolás Maduro como presidente de la República. El 10 de enero
nos vemos en la calle, nos vamos a juramentar todos. Vamos pa’ la calle, cada
quien haga su banda”, ha dicho Cabello, también primer vicepresidente del
partido. “Nos han buscado por las buenas y los hemos derrotado; nos han buscado
por las malas y los hemos derrotado y lo seguiremos haciendo”, agregó.
Hace unos días, el fiscal general, Tarek William Saab, anunció la liberación de más de 400 presos, que unidos a otra tanda liberada antes, suma 1.400 excarcelaciones. El chavismo trata así de atraer a mandatarios de más países a la coronación de Maduro, pero está por ver qué capitales mandarán representación y el estatus de esta. Aunque a día de hoy esa sea la fotografía fija, el chavismo no quiere dejar nada a la fortuna. En el Palacio de Miraflores, la sede del Gobierno y ocasional residencia de Maduro y Cilia Flores, la primera dama, se mantienen vigilantes (El Pais, texto dos jornalistas Juan Diego Quesada e Florantonia Singer)
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