sexta-feira, janeiro 10, 2020

El caos de un hemiciclo que dibuja a Venezuela

El hemiciclo de sesiones es pequeño, pero igual que suele dar cabida a 167 diputados con poco espacio vital, la Asamblea Nacional de Venezuela se convirtió este domingo en una representación del vértigo en el que está sumido el país. Y en él cabe todo: tensión, caos, incomunicación, quiebra institucional, insultos y tretas. Lo que ocurrió en la sede del poder legislativo este domingo, dominado por la oposición a Nicolás Maduro y en la que Juan Guaidó se enfrentaba a su reelección como presidente del Parlamento entre dudas sobre los apoyos con los que contaba, derivó en una disputa por todo. Una lucha por el control del acceso, de los diputados y de la prensa. Una pugna por entrar y por salir, por lograr el quórum, por reelegir a Guaidó después de un año en el cargo o por echarlo. En los dos polos, las fuerzas del chavismo, coaligadas con sectores opositores disidentes, y la dirección saliente de la Asamblea. Ganaron, como siempre ha sucedido, los primeros. Una maniobra que recibió la condena incluso de dos de los Gobiernos que se han mostrado más moderados con el régimen como los de México y Argentina.

La historia de la sesión empezó al filo de las diez de la mañana, hora local. La anticipó el diputado José Brito, quien tomó distancias de Guaidó y anunció que su sustituto al frente del Parlamento sería Luis Eduardo Parra, antiguo representante de Primero Justicia que fue apartado en noviembre del partido por su vinculación con una trama internacional que buscaba favorecer a empresarios vinculados con el oficialismo, según una investigación de Armando.info. El grupo de periodistas locales e internacionales que aguardaba en las dependencias de la alcaldía fue conducido a las puertas del palacio legislativo para escuchar a Brito y, después, nuevamente acompañado a la sala de espera.
A partir de las once, cuando estaba previsto que comenzara la sesión, el hemiciclo se convirtió en un hervidero de rumores y medias verdades, mientras los dos bloques hacían cálculos y exhibían un triunfo seguro. El entorno de Guaidó denunció que la Guardia Nacional no había permitido el acceso de varios diputados opositores. El centro de Caracas, donde se encuentra la Asamblea Nacional, estuvo en efecto militarizado desde primera hora de la mañana. Las fuerzas de seguridad sitiaron al Parlamento. Sin embargo, el equipo del presidente del legislativo aún no ofreció una lista completa de los asistentes. Los retenes y los controles de seguridad impidieron el paso a decenas de informadores, que se quedaron afuera, y los inhibidores cortaron las comunicaciones durante horas.
En cualquier caso, quienes no tuvieron problemas para acceder a las instalaciones fueron los diputados chavistas, que desde septiembre se sientan de nuevo en el Parlamento tras alcanzar un acuerdo con un sector minoritario de la oposición. Durante los últimos meses, el grado de confrontación del Estado contra la oposición se ha traducido en que la justicia, controlada por el chavismo, ha despojado de inmunidad parlamentaria a decenas de diputados.
Mientras todos esperaban a Guaidó y el inicio de la votación, desde la bancada oficialista un grupo coreaba “sesión, sesión…esta oposición como que no tiene los votos”. Una diputada cargaba contra los representantes diplomáticos invitados que llevan desde principios de 2019 dando su apoyo al rival de Maduro, entre ellos los principales países europeos y americanos: “Ellos no votan”. Algunos presentes levantaron la voz anticipando la derrota de Guaidó. “Muerto el perro, se acabó la rabia”, llegó a espetar un parlamentario. De repente, tras un intento de varios diputados de forzar el acceso de la cabina de control de sonido, resguardado por la dirección de la Asamblea, algunos de los congresistas decidieron recurrir a un megáfono. Y se hizo el caos. Luis Parra se proclamó presidente con el apoyo del chavismo y de sectores disidentes de la oposición. Fue una juramentación rocambolesca en medio de minutos de desconcierto en los que decenas de personas trataron de tomar la mesa presidencial, agolpándose entre gritos en torno a ella. Stalin González, vicepresidente del Parlamento y estrecho colaborador de Guaidó, explicaba atónito que lo ocurrido no tiene ningún tipo de validez. Sin embargo, a la espera de deliberar con sus compañeros de bancada, se declaró incapaz de explicar cómo frenar en la práctica esa maniobra.
Mientras tanto, el propio Guaidó, quien aseguró que no había llegado a entrar a la Asamblea por culpa de la Guardia Nacional, trató de trepar por la verja de entrada, según recoge un vídeo difundido por su equipo. Poco después anunció una sesión de la oposición desde la sede del diario El Nacional, en la que, según informó su equipo, quedó ratificado como presidente del legislativo "con una votación de 100 diputados presenciales".  
El secretario general del Partido Comunista de Venezuela y miembro de la bancada del gobernante PSUV, Óscar Figuera, trató de justificar lo sucedido. “Sí hubo votación [a mano alzada] y lo que se ha demostrado es que la oposición está rota”, dijo a EL PAÍS. En realidad, el intento de expulsar a Guaidó de la Asamblea se consumó en medio del caos más absoluto, mientras la inmensa mayoría de la bancada opositora tachaba esta maniobra de golpe al Parlamento. El pulso de Guaidó contra Nicolás Maduro empezó precisamente hace un año, cuando fue elegido al frente de la Asamblea. Más de 50 Gobiernos extranjeros reconocían, al menos hasta ayer, el Parlamento como único poder legítimo después de que la oposición no participara en las elecciones presidenciales de 2018. Así las cosas, dos semanas después el político se juramentó como presidente interino durante una multitudinaria movilización. Sin embargo, todos sus movimientos quedaron el año pasado en agua de borrajas. Maduro se atrincheró en el poder y, pese a que todo parecía haber cambiado, nada cambió. Y lo que se vio este domingo en la Asamblea Nacional es la enésima representación de todas las disfunciones de Venezuela (El Pais)

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