segunda-feira, novembro 19, 2012

EUA: "El bulldog del FBI que destapó el escándalo sexual de la CIA"

Segundo a jornalista do El Confidencial, Ángel Martínez, “Fred es el tipo de colega apasionado, un poco obsesivo. Si muerde algo, es como un bulldog”. De esta forma describe un compañero del FBI en el Times al agente Frederick W. Humphries, la garganta profunda en el escándalo sexual que ha provocado la dimisión del director de la CIA, el célebre general David Petraeus, el héroe que hizo posible para EEUU una salida honrosa de la Guerra de Iraq. Una trama cada vez más compleja que también ha frenado en seco la carrera del General del Cuerpo de Marines John Allen, favorito en el Pentágono hasta esta misma semana para ocupar el cargo de Comandante Supremo de la OTAN y jefe de las fuerzas estadounidenses en Europa.Fue Humphries, veterano investigador curtido en la lucha antiterrorista, hombre “agresivo”, de fuerte carácter y con una dilatada experiencia en la agencia federal, quien destapó el affaire que Petraeus mantenía con su biógrafa, Paula Broadwell, una atractiva militar en la reserva, graduada en West Point y veinte años más joven. Y todo parece indicar que tras el éxito del agente del FBI se esconde una motivación que comparten todos los protagonistas de esta rocambolesca historia: el sexo. Humphries abrió su investigación cuando su amiga Jill Kelley, una mujer acaudalada de 37 años famosa en los círculos militares de Tampa (Florida) por su altruismo y sus ostentosas fiestas, le contó que estaba recibiendo amenazas a través de correos electrónicos anónimos. Los emails advertían a Kelley de que debía romper toda relación con el matrimonio Petraeus, con quienes mantenía una muy buena amistad por su labor de voluntaria en actos sociales en la base aérea de MacDill, a las afueras de Tampa, sede del Mando Central del Ejército. Mientras seguía la pista de las amenazas, Humphries descubrió que los correos eran de Broadwell, y, por ende, su relación extramatrimonial con Petraeus, que investigó "ante el temor de que pudiera representar una amenaza para la seguridad nacional". De hecho, esta semana agentes del FBI encontraron información sensible en un ordenador de Broadwell durante un registro. No obstante, el bulldog de la Oficina Federal de Investigación no se limitó a indagar. Sus superiores acabaron apartándole del caso alegando que se estaba implicando personalmente. En realidad, descubrieron que Humphries había mandado a Kelly emails con fotos suyas semidesnudo.Temiendo que el affaire fuese silenciado por sus graves repercusiones, el agente levantó la liebre. Se puso en contacto con el congresista republicano por Washington David Reichert, quien pasó la información al líder de la Cámara en el Senado, Eric Cantor. La suerte del general al mando de la CIA estaba echada.
La mujer a la que todos deseaban
En un escándalo que ha acabado obsesionando a los estadounidenses, Jill Kelley ha eclipsado a Paula Broadwell como estrella de la película. Los medios norteamericanos se agolpan desde hace días a la puertas de la mansión ribereña que comparte con su marido, pero no han logrado ni una sola declaración. Ha sido la aristocracia militar de Tampa, invitada de honor en sus fiestas con champán y cuartetos de cuerda en el jardín, quien la ha descrito como "una socialité rica y aburrida que se ha enredado con todos los comandantes de alto rango en CENTCOM (el mando central)" gracias a su labor altruista como "embajadora honoraria" del Ejército. En estas veladas, Kelley conoció al general John Allen. Establecieron una relación tan cercana que el militar llegó a apoyarla personalmente durante un proceso de custodia relacionado con su hermana. La amistad acabó en decenas de miles de correos electrónicos, entre 20.000 y 30.000 según el FBI, calificados como "comunicaciones inapropiadas" por la agencia. El eufemismo esconde "flirteos de contenido sexual explicito" comparables con un "teléfono erótico", en palabras de la cadena Fox. Las fiestas por todo lo alto que organizaba en su casa con vistas a la Bahía Hillsborough contrastan con sus dificultades económicas. A los Kelley les persiguen varios acreedores. Una serie de entidades firmaron en 2010 embargos preventivos contra su mansión y contra una oficina de su propiedad en el centro de Tampa. Pese a todo, una fundación creada por ambos para recoger fondos destinados a la lucha contra el cáncer gastó casi la mitad de los 160.000 dólares recaudados en administración, eventos y comida".