Segundo o ABC, “el desvío de los ríos que lo alimentaban para regar ha
reducido el cuarto mayor lago del mundo a un desierto de sal y ántrax. Donde
antes había peces y barcos hoy solo hay arena, cascos oxidados y esporas
tóxicas de ántrax. Dentro de muy poco del mar de Aral, antaño el cuarto lago
más grande del mundo, solo quedará el recuerdo. Desde 1960 este mar interior,
fronterizo entre las Kazajistán y Uzbekistán, se ha reducido hasta la mínima
expresión, después de que Stalin y sus sucesores al frente de la Unión
Soviética decidieran que cualquier cosa era sacrificable con tal de convertir
los desérticos territorios de Asia Central en un vergel capaz de producir miles
y miles de toneladas de algodón. Para lograr su meta, las autoridades
soviéticas diseñaron y ejecutaron una de las transformaciones más ambiciosos
que se conocen, de una magnitud solo equiparable al daño medioambiental que
provocó. En pocos años se construyeron 45 embalses, más de 80 presas y cerca de
32.000 kilómetros de canales —la mayoría de factura tan deficiente que pierden
casi tanta o incluso más agua de la que transportan—. Semejante infraestructura
desvía de los ríos Amu Darya y Sir Darya la friolera de 48.000 millones de
metros cúbicos al año, dejándo que el lago quede alimentado únicamente por una
octava parte del caudal original, cifra que la elevada evaporación reduce aún
más. El plan funcionó... pero a cambio de un precio altísimo. En la actualidad
Kazajstán es uno de los mayores productores mundiales de algodón, pero la
otrora próspera industria pesquera de la zona, que daba trabajo a cientos de
kazajos y uzbecos, está tan seca y muerta como el propio lago, tal y como
muestra el documental «Aral. El mar perdido» que la cineasta Isabel Coixet
grabó en 2010.
Los muelles, las plantas de procesamiento, almacenes e incluso pueblos y
ciudades enteras que vivían de la pesca languidecen abandonadas, pudriéndose al
sol del desierto. La vida sólo sobrevive en en la zona norte, donde una presa
construida en 2005 gracias a una donación de trescientos millones de dólares del
Banco Mundial mantiene estancada una mínima parte de lo que hasta hace pocas
décadas fue una extensión de agua del tamaño de Irlanda. Sin embargo, la
industria pesquera no fue la única víctima de la desecación del lago. El gran
perjudicado fue el ecosistema de la zona, ya que han desaparecido 20 de las 24
especies de peces existentes y con ellas, otras tantas tantas de aves que
dependían de ellos y de la flora del lugar, que también se ha visto severamente
afectada. Un daño provocado con conocimiento de causa: según denunció el
hidrólogo Aleksandr Asarin, empleado en el proyecto, al diario norteamericano
«The New York Times», la cúpula soviética tenía previsto el secado del Mar de
Aral en apenas cinco años.
Esporas de ántrax
También el clima de la región se ha visto afectado de forma
irrecuperable. Las tormentas de polvo son habituales y lo peor es que no
arrastran solo arena, sino también esporas tóxicas de ántrax procedentes la
antigua base secreta de investigación biológica de Vozrozhdeniye, abandonada
tras la caída del muro de Berlín en 1989. Cuando fue construida por los
soviéticos, en 1948, la base presentaba una ubicación inmejorable en plena isla
Renacimiento, asilada en el centro del lago. Sin embargo, la desecación de las
aguas convirtió la isla primero en una península y, poco a poco, en una parte
indistinguible del desolado desierto que ahora ocupa la mayor parte de la
cuenca del lago, que ha pasado aser conocido como Desierto de Aralkum. Antes de
abandonarla, no obstante, los oficiales del Ejército Rojo trataron de eliminar
las esporas sumergiéndolas en lejía y enterrándolas profundamente en la arena.
Sin embargo, una exporación realizada en 1997 por científicos norteamericanos
encontró esporas todavía activas en seis de las once áreas donde habían sido
enterradas. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos se
comprometió a financiar la limpieza del ántrax para evitar que fuera utilizado
por grupos terroristas, aunque poco se podía hacer para eliminar las esporas
que ya se habían filtrado a la superficie y que durante décadas el viento
difuminó sin ningún control. Aún hoy, la tasa de mortalidad infantil es del
10%, la bronquitis crónica ha aumentado un 3000%, la artritis un 6000% y los
alrededores del moribundo lago tienen el triste honor de ostentar la mayor tasa
de cáncer de esófago del planeta, hasta catorce veces superior a la media del
entorno.
La esperanza, en el norte
En la actualidad, los esfuerzos de la comunidad internacional se centran en recuperar la pequeña parte norte, delimitada por el muro construído con el dinero del Banco Mundial. Prácticamente ninguna esperanza queda para la zona sur, que según las estimaciones de los científicos se secará totalmente antes de 2020. Para recuperar el resto, según explicó el profesor emérito de geografía de la Universidad Occidental de Michigan Philip Micklin a la revista National Geographic, serían necesarios fondos y un acuerdo político que parece muy difícil de lograr”.
En la actualidad, los esfuerzos de la comunidad internacional se centran en recuperar la pequeña parte norte, delimitada por el muro construído con el dinero del Banco Mundial. Prácticamente ninguna esperanza queda para la zona sur, que según las estimaciones de los científicos se secará totalmente antes de 2020. Para recuperar el resto, según explicó el profesor emérito de geografía de la Universidad Occidental de Michigan Philip Micklin a la revista National Geographic, serían necesarios fondos y un acuerdo político que parece muy difícil de lograr”.