“Nadie podría conocer mejor
los secretos de un líder político que su guardaespaldas personal. Sobre todo si
se trata de una figura tan hermética como Fidel Castro. Durante casi dos
décadas, el teniente coronel Juan Reinaldo Sánchez consagró su vida a la
protección del Comandante, al “semidiós”. Cuando, desengañado, anunció su
retirada, Sánchez fue recompensado con la cárcel y la tortura. La prisión le
regaló la idea de desnudar al verdadero Fidel como nadie lo ha hecho: desde el
interior, revelando sus secretos más íntimos. La vida oculta de Fidel Castro
(ed. Península), escrito desde Miami, donde Sánchez logró huir en 2008 tras
once intentos infructuosos, rebate todo lo que creíamos saber sobre el Líder
Máximo de la revolución cubana.
Pregunta: Usted fue guardaespaldas
personal de Castro durante 17 años, ¿cómo lograba el servicio de seguridad
cubano contrarrestar a un enemigo tan potente como la CIA?
Respuesta: En realidad, la
única dirección que el Ministerio del Interior cubano no copió de los rusos fue
la seguridad personal. Copió el sistema de Inteligencia, el (diseño) del
Ejército, pero no la seguridad personal. ¿Por qué? No había ningún dirigente
soviético que tuviese los hábitos de Fidel. Un dirigente de la URSS avisaba
cuando se disponía a visitar una fábrica. Lo anunciaba con días de antelación
para que todo estuviese preparado. Fidel no. Por ejemplo, si Fidel iba en coche
y veía a unos chiquillos jugando al béisbol junto a la carretera, ordenaba
detener su vehículo y se bajaba a jugar con ellos.
Nosotros copiábamos a los
cuerpos de seguridad más importantes del mundo, y me refiero al francés, al
Mossad, a la CIA… A través de la Inteligencia analizábamos los diferentes
atentados que ocurrían en el mundo, los distintos tipos de armamento que iban
surgiendo. Así fuimos estableciendo los diferentes anillos de seguridad. Y algo
que motivó que fuéramos eficientes fue la naturaleza de país pobre de Cuba. La
seguridad de Fidel era ilimitada en recursos, pero el país no lo era. No
teníamos simuladores para que los agentes entrenasen, ni un sistema de
comunicaciones tan sofisticado para que no fueran captadas. ¿Qué hicimos? Un
sistema de señales de luces, por ejemplo. La falta de recursos nos hizo ser
eficientes.
P.: ¿Es Fidel un hombre fiel a
los ideales de la revolución comunista? Lo cierto es que basta un solo capítulo
de su libro para darse cuenta de que tras su fachada de respeto a la ortodoxia
del comunismo se esconde otra vida…
R.: Hay dos discursos. Hay una
cara pública, un discurso de austeridad, de sacrificio. Pero su vida privada es
una vida de lujos, de jamones de pata negra, de whisky Chivas de 12 años…
Hace unas semanas, Fidel envió
a 165 médicos cubanos a combatir el ébola en Sierra Leona. Pero no mandó a su
hijo, que es doctor. Al igual que mandó a miles de cubanos a Angola para que
sacrificaran sus vidas. Él, que siempre dijo que un revolucionario debe
predicar con el ejemplo, nunca mandó a sus hijos (a luchar).
Fidel vive como un
capitalista. Dudo de que haya presidentes en el mundo que tengan a su disposición
cuatro yates de paseo (Aquarama I y II y Pionera I y II), dos barcos de pesca
(Purrial de Vicana I y II) y cien personas dedicadas a mantener y dar seguridad
a esos equipos. O una isla, como tiene en Cayo Piedra, solo para él, un lugar
que todavía utiliza para cazar y pescar. El lugar donde vive en la actualidad,
el (llamado) Punto Cero, es un complejo de cuatro residencias con helipuerto,
piscina climatizada, ganadería… todo pagado con fondos del Ministerio del
Interior.
P.: Y, por supuesto, el cubano
de la calle no sabe nada de esto… ¿Ni siquiera corren rumores?
R.: El cubano de la calle
conoce el discurso público de Fidel. La propaganda tiene mucho que ver en ello.
Además, los libros que se han escrito sobre él, todos biografías autorizadas, han
auspiciado este mito de la austeridad. Con este libro queremos dar otra óptica
de Fidel, contada por una persona que vio y escuchó esta vida privada.
P.: ¿Cómo es Fidel?
R.: Obstinado. Logra lo que
quiere a cualquier coste. No le gusta perder en nada. Es una persona
oportunista: si no tiene la oportunidad de hacer algo, la crea. Y es un gran
manipulador, no sólo ha manipulado a personas del mundo de la cultura o la
ciencia, sino también a presidentes. Tiene el don de convencer, saber tocar en
cada punto clave de cada persona, hacer converger sus intereses y los de su
interlocutor.
En 1990, cuando se derrumbó el
bloque socialista, la revolución cubana tembló. Fidel influyó sobre distintas
personalidades para crear el Foro de Sao Paulo bajo el argumento de que América
Latina había sido saqueada desde hacía siglos y debía unirse. Cuba era la más
interesada en crear un bloque regional porque estaba herida de muerte. En 1991,
en la I Cumbre Iberoamericana en Guadalajara se tocó el tema. Pero cuando estaban
en esto llegó (Hugo) Chávez y salvó la revolución desde Venezuela.
P.: En un momento de su vida,
usted consideraba a Castro un “semidiós”, hasta el punto de que deseaba
entregar su vida por él. ¿Qué le hizo cambiar de parecer? ¿Cuál fue el punto de
inflexión? Imagino que sería un proceso gradual…
R.: No, no fue un proceso
largo. Lo que me desilusionó fue un solo momento. Yo era una persona para la
que Fidel era lo más grande que había en el mundo. No sólo estaba dispuesto,
deseaba dar la vida por Fidel si se producía un ataque. Pero en 1989, cuando
escuché que estaba dirigiendo el tráfico de droga en Cuba, toda mi fidelidad se
derrumbó. Fue la decepción más grande que pude tener. Me sentí engañado, porque
Fidel juraba que no, que (las acusaciones) eran ataques imperialistas. Pero yo
mismo había oído al propio Fidel autorizar la entrada de un narcotraficante en
Cuba.
Fidel es obstinado. Logra lo
que quiere a cualquier coste. No le gusta perder en nada. Y es un gran
manipulador: no sólo ha convencido a personas de la cultura o la ciencia,
también a presidentes
En esa época no podía plantear
mi separación de Fidel, porque aún no tenía los años de servicio (para pedir la
jubilación). En 1994 mi hija y mi hermano salieron de Cuba y me dijeron que eso
podría empañar la imagen de Fidel. Así que me ofrecieron 15 días de vacaciones
para que eligiera mi destino. Y regresé con mi carta de jubilación. Fue
entonces cuando dos tenientes coroneles aparecieron en mi casa y me apresaron.
Todas las torturas a las que
me sometieron en prisión fueron para infundir miedo, para que no contase nada
de lo que sabía. Pero lograron el efecto contrario. Cuando salí en libertad
empezaron a seguirme, a controlarme, pero no registraron mi casa (donde
guardaba documentos y fotografías). En el 98/99 empecé a crear un sistema de
señas y contraseñas para salir de Cuba. Por eso me demoré tanto, fueron
necesarios once intentos para salir (del país).
P.: Usted menciona en su libro
a los “terroristas vascos” que desfilaban por La Habana. ¿Cuál era su relación
con Fidel? ¿Qué buscaban? ¿Qué trato recibían?
R.: Cuando Felipe González
viajó a Cuba, Fidel le planteó la posibilidad de tener a unos terroristas
vascos en el país. Felipe aceptó y le dijo una cantidad, pero exigió un control
completo sobre ellos. Por supuesto, Fidel no cumplió su palabra, pasaban muchos
más por Cuba en tránsito que los que habían pactado. Los que se quedaban en
Cuba creaban armamento para las guerrillas de América Latina.
Nunca vi ni supe que los
vascos estuvieran entrenando a terroristas latinoamericanos en Cuba, pero sí a
sus instructores. Eran utilizados como emisarios de Fidel, como transmisores de
información. También crearon algunas empresas para sufragar al movimiento en el
País Vasco. Empezaron por una que fabricaba calderas, otra de exportación de
marisco… Fidel los veía, los recibía en palacio y les dio toda la protección
que se les podía dar. Todavía hoy quedan algunos, cuyas familias ya son
cubanas, dedicados a sus negocios y bajo la protección del Gobierno cubano.
En el Ilyushin presidencial,
de regreso de Ecuador. Sánchez está acuclillado, justo junto a Castro. En el
Ilyushin presidencial, de regreso de Ecuador. Sánchez está acuclillado, justo
junto a Castro.
P.: ¿Recuerda alguna anécdota
especial de los viajes de Fidel al extranjero? ¿Algún intento de atentado que
destaque sobre el resto?
R.: Cuando nos visitaban
presidentes no había problemas: en Cuba hay muy pocas personas que puedan tener
un arma de fuego, y están identificadas. Las fronteras están bien controladas y
el sistema en torno a Fidel no es hermético, porque eso es imposible, pero sí
muy cerrado. El problema era cuando salíamos de Cuba, porque no teníamos
información, dependíamos de la que nos suministraban. Las salidas eran el talón
de Aquiles de Fidel, una gran parte de los atentados que le planificaron se
produjeron fuera de Cuba. Sólo al principio de la revolución se dieron algunos
dentro del país.
Recuerdo cuando fuimos a
Caracas a la segunda toma de posesión de Carlos Andrés Pérez. Habíamos previsto
que, desde las montañas cercanas al aeropuerto, alguien podía disparar un misil
contra el avión. Hay un aspecto de la seguridad que es prever más que repeler
una agresión. Y habíamos acertado, el plan existía. Así que tomamos tres
aviones iguales que irían por el mismo corredor aéreo.
Años después, conocí en Miami
a alguien que estuvo inmiscuido en el atentado (la operación se abortó cuando
sus organizadores se dieron cuenta de que había tres aviones), un hombre que
participó en muchas intentonas. Contactó conmigo en 2008 y me dijo que quería
conocerme. Frente a frente, le dije: “Me alegro de que no disparases aquel
lanzacohetes”. “¿Por qué lo dices?”, me contestó. “Porque habías necesitado
tres cohetes, porque en ese avión iba mucha gente, y porque en el avión de
Fidel iba yo” (responde Sánchez entre risas).
La cifra de 600 atentados
planificados contra Fidel es exagerada, no es real. No sólo necesitas los
medios, como el veneno o el fusil, también necesitas que el hombre y su
objetivo estén en lugar adecuado. No había posibilidades, por eso digo
planificados. No hubo más de 100 atentados que tuvieran una posibilidad real.
P.: ¿Cuál es el secreto más
íntimo de Fidel?
R.: Su secreto más íntimo es
precisamente su vida privada. Porque su vida privada derrumba el mito, destruye
el personaje, el mito de la austeridad, del sacrificio, que Fidel no cumple”
(texto do El Confidencial com a devida vénia)