Carles
Puigdemont, nuevo presidente de una Generalitat, ya era soberanista pata negra
antes de que su partido experimentase la conversión de Saulo al caerse del
caballo. Nieto e hijo de pasteleros, soñaba con ser astronauta, se ha ganado la
vida como periodista sin licenciatura y se ha casado dos veces con la misma
mujer, una actriz rumana reconvertida en entrevistadora televisiva. Si
la mujer de Artur Mas, Helena Rakosnik, era de origen checo, la nueva primera
dama de Cataluña también procede de la Europa del este. De Rumanía para ser más
exactos, aunque se siente catalana por los cuatro costados. Marcela Topor es la
causante de que, además de inglés y francés, Puigdemont hable rumano, ya que
viaja a menudo a Bucarest. La pareja se conoció en 1998, cuando esta atractiva
rumana viajó como integrante de un grupo de teatro universitario en la primera
edición del Festival Internacional de Teatro Amateur de Gerona (Fitag), según ha
relatado él mismo. El flechazo fue inmediato.
Fuera
como fuese, lo cierto es que en el año 2000 se casaron por la iglesia en Roses
(Gerona) y poco después por el rito ortodoxo en Bucarest. En 2004 fundaron
juntos ‘Catalonia Today’, un diario gratuito en inglés que ella dirige mientras
él subía puestos en CDC (Convergencia Democrática de Cataluña). Topor también
ejerce de entrevistadora (también en inglés) en el programa ‘Catalan
Connections’ que se emite en El Punt Avui TV. Los
que la conocen dicen que es una mujer decidida y devota de su marido, que es
más independentista que él y que es una mujer a la que no le gustan los
segundos planos. Una muestra de que no escatima cierto protagonismo es el beso
en la boca que le arreó a su marido nada más ser investido 'president.' Antes
de acabar el año, la periodista publicó un editorial en el que celebraba “la
resolución de la soberanía de comenzar el proceso hacia la creación de un
Estado catalán”, a pesar de “un Gobierno español decidido a frustrar las
ambiciones catalanas”. Desde el minuto uno, Topor ha mostrado un semblante
bastante distinto a sus predecesoras en el cargo, Rakosnik y Marta Ferrusola.
Limpiando
su pasado
El
matrimonio vive de alquiler en el centro de Gerona a pesar de que compraron un
piso en 2003 valorado en 280.000 euros. Tienen dos hijas: Magali, de 7 años, a
quien le gusta escribir cuentos y participa habitualmente en concursos
literarios, y María, de 6, que compite en natación. Ambas estudian en Escola
Verd, un colegio público de Gerona fundado en la época de la República. Por
cierto, este pasado sábado los buscadores de Internet mostraban una lista
interminable de artículos referentes a Marcela Topor. Hoy es casi imposible
encontrar referencias escritas, aunque sí quedan sus entrevistas televisadas.
Incluso sus perfiles de Linkedin, Twitter, Facebook e Instagram, a las que es
tan aficionado su marido, han sido bloqueadas. Y es que el nuevo 'president'
conoce bien el doble rasero de las redes sociales. ¿Acaso tenía usted cuenta en
Twitter en el lejano 2007? Puigdemont, sí. Y un blog, que abrió un año antes
con el sello de una 'start-up' creada también por él, Doble Utopia SL.
Ejerció
de periodista sin título
El
130 'president' de Cataluña nació en 1962 en Amer, un pequeño pueblo de Gerona.
Creció en Can Crous, nombre por el que aún se conoce al edificio que acoge la
pastelería Puigdemont, negocio fundado por su abuelo en 1928 y que hoy regentan
sus hermanos Anna y Francesc. Carles Puigdemont es el segundo de ocho hermanos
–Francesc, Carles, Enric, Quim, Anna, Montse, Dolors y Josep– y, dado que tenía
seis años y medio cuando Armstrong y Aldrin aterrizaron en la Luna, ese fue su
primer sueño: “Siempre he sentido una fascinación brutal por la modernidad, por
el futuro. Ser astronauta para mí era lo máximo y me sorprendía que fuese el
único que quisiera serlo”, se confesaba muy ufano Puigdemont en una entrevista
publicada por el 'Diari de Girona' al poco de conquistar la alcaldía de la
capital gerundense.
Siendo
estudiante de instituto, Puigdemont comenzó a escribir reseñas locales y
crónicas deportivas que metía en un sobre y enviaba al extinto diario ‘Los
Sitios’ en un autobús de línea regular. Al verse publicado con frecuencia, se
vino arriba y decidió probar en el recién nacido ‘El Punt’ (hoy ‘El Punt Avui’)
donde entró como corrector y llegó a ser redactor jefe. Sin embargo, no quiso
estudiar periodismo. “Primero, porque no quería ir a estudiar a Barcelona y
segundo, me parecía que la comunicación es más una cuestión de oficio que de
estudio y que podía formarme en alguna otra materia que me gustase y pudiese
resultarme útil”, explica en una entrevista de 2011 de la revista local
'Amera'. Se matriculó en Filología Catalana y desde la posadolescencia, sus dos
pasiones han sido el periodismo y la política. Ambos
escuchan a Bob Dylan y Georges Brassens; él lee a Salvador Espriu, le pierde el
arroz de la fonda Can Cabravia, en su Amer natal, y agasajar a los Lannister
cuando se dejan caer por ciudad cuya alcaldía ha abandonado por un puesto más
glorioso (aqui)
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