Pocas culturas miman más la naturaleza que la
japonesa. Prueba de ello es el preciosismo con el que cuidan de los bonsáis,
auténticas obras de arte, pero también los jardines, el paisajismo milenario
con el que han creado escuela y que hacen del minimalismo un estilo de vida. La
capital está llena de lugares en los que poder respirar aire puro y olvidarse
durante unos minutos de que nos encontramos en una megalópolis de millones de
personas. Son santuarios de paz y serenidad en los que encontrar ejemplos de la
flora más diversa, así como la posibilidad de llevar a cabo todo tipo de actividades.
De norte a sur, en las islas adyacentes y en pleno centro de los distritos
principales, no faltan buenos ejemplos (ABC)