Escreve o ABC que “como
Jefe del Estado Mayor del Ejército entre 1938-42, la figura de Halder va unida
a la preparación y estudio de los planes operativos que dieron las más brillantes
victorias a los ejércitos de Hitler al principio de la contienda. Veterano de
la Primera Guerra Mundial, había destacado como un oficial competente del
Estado Mayor y fue ascendiendo en el escalafón militar tanto en el Ejército
Imperial alemán como en el de la República de Weimar y también en el del Tercer
Reich, hasta sustituir al frente del Estado Mayor a Ludwick Beeck por la
oposición de éste a los planes de anexión de los Sudetes. Monárquico y
cristiano practicante, leal sólo a Alemania, Halder constituye un buen ejemplo
de la facción de militares alemanes que, si bien opuestos a Hitler y al
nazismo, le dieron un voto de confianza al ver el papel tan preponderante que
le asignaba a la Wehrmacht dentro de su Reich de los Mil Años. Sin embargo, Halder
fue parte activa de los primeros intentos del generalato germano para derrocar
a Hitler antes de la guerra, aprovechando la crisis de los Sudetes. Al final,
los preparativos para el planeado golpe de estado, quedaron suspendidos en el
último momento. Hitler, con la aquiescencia de los gobiernos de Francia y Reino
Unido, en el marco de la política de apaciguamiento, logró otra victoria
incruenta, aumentando su prestigio entre el ejército y sobre todo entre la
población. Como oficial de Estado Mayor, Halder es responsable de buena parte
de los planes operativos alemanes hasta 1942, cuando fue relevado, por sus
profundas desavenencias con la dirección de guerra de Hitler, que cada vez
restringía más la autonomía de su Estado Mayor. Los estudios previos y los
planes de las operaciones en Polonia, Holanda, Países Bajos, Francia, Balcanes
y Barbarroja llevan su sello. A partir de septiembre de 1942, Halder no volvió
a tener ningún mando activo, pasando a la reserva. Si bien no estaba
relacionado con los conspiradores de la Operación Walkiria, fue detenido,
expulsado del ejército e ingresado en prisión, hasta su puesta en libertad por
los soldados de EEUU. A pesar de ser un inteligente y capaz oficial de estado
mayor, la labor de Halder no estuvo exenta de errores: son bien conocidas sus
dudas y desavenencias con el plan de Von Manstein para la invasión de Francia,
si bien, una vez aprobado, volcó todos sus recursos y toda su inteligencia en
que el plan prosperara, como así fue. Pero, a diferencia de otros oficiales
cegados por las deslumbrantes victorias de la Wehrmacht, fue capaz de
comprender la inmensa capacidad de aguante del Ejército Rojo tanto al principio
de la Operación Barbarroja como durante la ofensiva del verano de 1942 que
culminaría en el desastre de Stalingrado. A pesar de que existen dudas sobre su
conocimiento de la Solución Final, Halder fue siempre considerado crítico con
Hitler, incluso pensó en acabar con el Führer personalmente con su pistola, si
bien nunca llevó a cabo sus planes. Tras su puesta en libertad colaboró con las
autoridades americanas de ocupación, trabajó en la reconstrucción del ejército
alemán de la República Federal Alemana y como historiador militar”