Las calles de muchos barrios de Caracas son a diario un reguero de
personas en fila que esperan, aunque después de tanto tiempo realmente lo que
hacen es aguantar. La mayoría aguarda su turno para comprar alimentos,
productos regulados como los que se empieza a ver cada vez con más frecuencia,
eso sí a precios desorbitados para el venezolano medio. No son los únicos
casos. El pasado martes, grupos de ancianos se agolpaban también ante los
bancos para cobrar su pensión, con miras a la Navidad. Las filas son evidentes
además en los bancos y en los cajeros automáticos.
La Superintendencia de Instituciones del Sector Bancario de Venezuela
ha emitido una circular en la que ordena al sistema financiero que restrinja la
entrega de dinero en efectivo a través de cajeros automáticos y las taquillas
de los bancos. A partir del 1 de diciembre y hasta nuevo aviso, solo se podrán
retirar hasta 10.000 bolívares diarios (unos cinco dólares, al cambio del
mercado negro). No se han colocado límites para las operaciones electrónicas
(transferencias) ni para el pago con tarjetas de débito. Hasta ahora, y
dependiendo del banco, uno podía retirar del cajero entre 12.000 y 16.000
bolívares, aunque en los bancos prácticamente no había límite. De hecho, la
exigencia de los venezolanos era que se pudiese sacar más efectivos de los
cajeros automáticos.
La medida, inédita en Venezuela, supone una vuelta de tuerca más en la
odisea que supone pagar con efectivo en medio de una inflación enloquecida.
Fuentes del sector financiero han asegurado que la decisión obedece a la caída
en la circulación del billete de 100 bolívares, el de más alta denominación y
usado en casi todas las transacciones, que equivale a 0,05 dólares de acuerdo
con la cotización no oficial. Esta semana un dólar equivalía prácticamente a
2.000 bolívares. Hace dos semanas, el cambio se situaba a 1.400.
La decisión acentúa la ya extenuante gestión de la vida diaria. Cada
vez se encuentran más productos en las tiendas, muchos importados, pero no
todos pueden comprarlos. Además, pagar en efectivo se ha vuelto una quimera. El
martes, día en que los la mayoría de los venezolanos cobraron la mitad de su
sueldo –el pago se suele hacer en dos quincenas - el trajín en los mercados era
mayor que el habitual. Los problemas, los mismos. En un local de Chacao, zona
de clase media del este de Caracas, una cajera de un supermercado contaba
decenas de billetes con inusitada rapidez. La cliente, una señora ya mayor, le
había entregado siete paquetes de 1.000 bolívares cada uno en billetes de 10,
con los que compró arroz y salsa de tomate. Una rara avis. Cuando uno va a
pagar con un billete de tan baja denominación, lo normal es toparse con mala
cara y un gesto de negación. “A mi me lo aceptan porque ven que soy anciana y
estoy enferma”, defendía la señora a la salida. En los bancos empieza a haber
problemas porque los clientes se niegan a recibir billetes de 5 o de 10, los de
más baja denominación, junto a los de 2, con los que no se puede pagar
prácticamente nada. Saben que muchas veces se los negarán.
Un boleto de un solo viaje en el Metro de CaracasUn boleto de ida y
vuelta del Metro. Es lo únicoUn caramelo, uno soloUn chicle o goma de mascar,
uno soloUn solo cigarrillo, uno solo, suelto, de baja calidad
Además de engorroso, cargar con grandes cantidades de efectivo se ha
vuelto inseguro, no solo para el que paga. Muchos puestos callejeros cuentan ya
con puntos de venta –datafonos- para evitar riesgos. “Yo no puedo volver a casa
cargado de efectivo por la noche por si me roban”, explica Henry, un vendedor
de perros calientes en el centro de Caracas. Uno normal cuesta 700 bolívares;
el especial, 1000. Si alguien quisiera pagarlo en efectivo, debería entregarle,
como mínimo siete billetes de 100. En el caso de pagar con uno de 50, serían
15; de 20, 35 billetes; de 10, 70. O, más bien, Henry no lo aceptaría.
Sin embargo, la mitad de la población venezolana no está bancarizada y
en ciertos sectores, como la construcción y los servicios domésticos, se
acostumbra a cancelar en efectivo diariamente o al final de la semana. Además,
en el interior del país y especialmente en las zonas de las fronteras viven por
estas horas una gran incertidumbre porque la mayoría de los servicios se pagan
con billetes y están poco habituados, por la desconfianza que generan, a los
pagos en puntos electrónicos.
La decisión se espera que sea sea el preámbulo de la progresiva
entrada en circulación de billetes de más alta denominación, prevista para
finales de año. Aunque desde hace varios años los economistas han advertido
sobre la necesidad de emitir moneda de curso legal de mayor valor, el
presidente, Nicolás Maduro, se había negado. Es él quien tiene la última
palabra después de la reforma de la Ley del Banco Central de Venezuela
auspiciada por el fallecido gobernante Hugo Chávez, que le quitó al instituto
emisor todo vestigio de autonomía. Hay una explicación a la negativa de Maduro. Ordenar la impresión de
nuevos billetes supondría la aceptación de la alta inflación que ha lastrado su
mandato. Supone, además, un nuevo foco de desagrado entre los ciudadanos que
han visto mermados como nunca antes su poder adquisitivo (El Pais)
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