"Artur Mas ha perdido ya el control de la política catalana y, con su
alocada fuga hacia delante, se está destruyendo a sí mismo y va a destruir a su
partido.
Cuando el Tribunal
Constitucional admita a trámite el recurso del Gobierno y paralice el
referéndum, el presidente de la Generalitat puede y debe acatar la sentencia,
pero sabe que eso sería la ruptura con Esquerra y la caída inmediata de su
gobierno.
También podría
dejarse arrastrar por sus socios y montar un simulacro de referéndum con las
urnas en la calle, pero eso sería un espectáculo impresentable en un país
serio, retransmitido en directo para el mundo entero.
No es difícil
imaginar el resultado de ese referéndum callejero: una participación bajísima,
porque sólo acudirían a votar los soberanistas; un 90% de votos a favor de la
independencia; un desorden absoluto en las mesas, incluso con riesgo de
altercados; y algunas cuestiones prácticas para aumentar el ridículo: ¿con qué
censo?, ¿quién salvo los acérrimos nacionalistas se prestaría a formar las
mesas electorales, sabiendo que es un acto ilegal?, ¿cómo se haría el recuento,
también en plena calle?, ¿qué autoridad judicial o Junta Electoral supervisaría
ese caos y daría validez a sus resultados?
Está claro que el
presidente de la Generalitat ha perdido el sentido de la orientación, pero dudo
que lo haya perdido tanto como para meterse en semejante despropósito, que
además sería imposible de digerir para Duran, la U de CiU.
Yo creo que
''elecciones plebiscitarias'' es el eufemismo tramposo que se les ha ocurrido
para justificar una candidatura de unidad soberanista. ¿Las ventajas? Mayoría
absoluta, camuflar la catástrofe de CiU entre la victoria soberanista, e
incluso que Mas siguiera en su puesto, controlado por ERC
Y es cierto que le
queda el recurso de convocar elecciones. Pero si va a ellas por su cuenta, el
sorpasso de ERC está tan asegurado como el desplome de CiU. Sería la segunda
edición, corregida y aumentada, del desastre de 2012, cuando, en un alarde
sagacidad política, convocó unas elecciones para consagrar su liderazgo y lo
que consiguió fue perder 8 puntos y 12 escaños.
Yo creo que
“elecciones plebiscitarias” es el eufemismo tramposo que se les ha ocurrido
para justificar una candidatura de unidad soberanista. Desde su punto de vista,
tiene muchas ventajas:
La primera, que
ganaría de calle y tendría una amplia mayoría absoluta en el Parlamento de
Cataluña.
La segunda, que
permitiría camuflar entre las flores de la victoria soberanista la catástrofe
del partido de Pujol.
Y la tercera, que
a lo mejor ERC podría sentirse generosa y permitir a Mas que siguiera en su
puesto actual, aunque bien sujeto con grilletes –aún más que ahora–.
Al fin y al cabo,
los dirigentes de Esquerra han demostrado que son maestros en el arte de mandar
desde atrás mientras parece que mandan otros, que son los que ponen la cara y
se llevan las bofetadas. Se lo hicieron al PSC y ahora se lo están haciendo a
CiU. ERC es una verdadera mantis religiosa para sus aliados.
Y si esto ocurre,
no les extrañe ver el mismo escenario en las municipales: candidaturas de
unidad soberanista en todos los pueblos y ciudades. Además de la mayoría
absoluta en el Parlamento, la inmensa mayoría de los ayuntamientos de Cataluña
quedaría en manos del independentismo.
Claro que ello
tendría un precio: la desintegración de hecho de CiU como partido central y
mayoritario del nacionalismo catalán y su disolución en una amalgama
independentista hegemonizada por un partido como ERC, que está siempre rozando
el borde de las posiciones antisistema. Les ahorro la descripción detallada de
las consecuencias que eso tendría para el equilibrio del ecosistema político y
económico en Cataluña y en el resto de España.
Por eso me temo
que Artur Mas se ha montado insensatamente en un tigre del que ya no sabe
bajarse y que lo va a devorar. De momento, quien está marcando el ritmo y el
camino es ya el tigre, no quien hace las veces de jinete.
Pero más allá del
juego de los partidos y de las estrategias electorales, lo peor de todo esto es
que ya está abierta una brecha profunda entre Cataluña y España y dentro de la
propia sociedad catalana. Y como dice Felipe González, puede que se necesiten
varias generaciones para cerrar esa brecha, si es que alguna vez se consigue.
Los dirigentes de
Esquerra han demostrado que son maestros en el arte de mandar desde atrás
mientras parece que mandan otros, que son los que ponen la cara y se llevan las
bofetadas. Se lo hicieron al PSC y ahora se lo están haciendo a CiU. ERC es una
verdadera mantis religiosa para sus aliados
Por supuesto, no
es Mas el único responsable de este estropicio, aunque sí el principal por su
responsabilidad institucional. Él será el primero en pagar políticamente por su
insensatez.
Pero algo ha
tenido que ver también la furibunda campaña anticatalana del PP de Rajoy en la
legislatura anterior, recogiendo firmas por toda España con el único propósito
de debilitar a Zapatero y recurriendo ante el Tribunal Constitucional un
Estatuto de Cataluña ya aprobado en referéndum mientras avalaban con su voto un
Estatuto de Andalucía que es idéntico.
Algo han tenido
que ver los bandazos que ha dado y el desconcierto que ha transmitido el PSC,
al que se le han ido a chorros la credibilidad y los votos pese a que hoy
defiende la única salida razonable a este conflicto. Lo que no parece ser óbice para que muchos de
sus militantes hayan acudido a la manifestación de la V mientras el mismo día
una de sus más destacadas dirigentes, que además pertenece a la dirección del
PSOE, aparezca rodeada de los más ínclitos representantes del nacionalismo
español en Cataluña. Y así están los pobres votantes socialistas de Cataluña,
que ya no saben si ellos mismos son galgos o podencos.
Y algo ha tenido
también que ver la mezcla de temor, oportunismo y superficialidad con que los
medios de comunicación de Cataluña han alimentado y han hecho crecer una ola
que ellos saben muy bien que no terminará llegando pacíficamente a la playa,
sino estrellándose contra las rocas y llevándose por delante unas cuantas cosas
importantes.
¿Queda alguien hoy
en Cataluña que diga la verdad de lo que está pasando y, sobre todo, de lo que
puede llegar a pasar?” (texto do El Confidencial, com a devida vénia)