quarta-feira, setembro 04, 2013

Cinco ejemplos de ineficiencia alemana

La historia de Alemania está llena de proyectos inconclusos «Made in Germany», ideas que han devenido en fiasco y escandalosas pérdidas de millones de euros
El aeropuerto de nunca acabar
El nuevo aeropuerto de Berlín es una de las obras de infraestructura más ambiciosas de Alemania –un terminal estilo Bauhaus de seis plantas y una fachada acristalada de 33.000 metros cuadrados, 10.000 plazas de aparcamiento, 150 tiendas, restaurantes y servicios en una superficie de más de 20.000 metros cuadrados–. Sin embargo, la ineficiencia alemana ha hecho que este inconcluso aeropuerto haya consumido hasta ahora más de cinco mil millones de euros. Y esto no sólo por las compensaciones a los vecinos afectados y por los continuos retrasos en su apertura, sino por los «costes añadidos» que llegan a los 2.200 millones de euros. Aunque aún no está operativo, hace más de seis años que este proyecto con síndrome de Peter Pan se llama oficialmente Flughafen Berlin-Brandenburg «Willy Brandt» («Aeropuerto Berlín-Brandeburgo Willy Brandt») en honor al socialdemócrata Premio Nobel de la Paz: «La política de Brandt marcó durante décadas la imagen de la República Federal», ha dicho el alcalde Klaus Wowereit, cual si fuese una ironía del destino. «Su manera de obrar se convirtió en símbolo de la paz y la libertad en Europa. Y ahora, nos congratula enormemente que su nombre dé la bienvenida al mundo desde Berlín». Sin embargo, el nuevo aeropuerto de Berlín no es el único ejemplo de la ineficiencia alemana. La historia de este país está llena de proyectos inconclusos «Made in Germany», ideas que han devenido en fiasco y escandalosas pérdidas de millones de euros. La mayoría tiene que ver con una ambición desmedida y la errónea confianza en una logística que a todas luces no siempre funciona. Ya sea el Estado alemán o empresas privadas alemanas han participado en la desmitificación de una cultura empresarial heredera de la ideología protestante del trabajo duro. Otros cuatro ejemplos del lado oscuro de la productividad alemana; todos proyectos con pérdidas no sólo en euros –y marcos–, sino en imagen y autoestima.
Telecomunicaciones militares fallidas
Más de 7.000 millones de euros –la cifra original debía ser de 6.800 millones– ha costado el fracasado proyecto de las fuerzas armadas alemanas para la modernización de su obsoleto sistema de telecomunicaciones; llamado con toda megalomanía Proyecto Hércules. A finales del 2010, el ejército debía haber contado con unos 6.000 kilómetros de fibra óptica, 300.000 teléfonos y 140.000 nuevos ordenadores. Pero hasta ahora, el proyecto IT más ambicioso del ejercito alemán no ha pasado la prueba práctica. Según un informe de Defensa, uno de cada cuatro departamentos alega fallas en el sistema informático como lentitud y bajo rendimiento. 
Una torre poco rentable 
El Steglitz Kreisel –un rascacielos de 120 metros de altura en el distrito berlinés de Steglitz–, construido con dinero de Berlín occidental, debía competir con el centro de Kurfürstendamm. Así, se inició el proyecto en 1968; en 1972 sin embargo comenzaron las criticas a Steglitz y a la constructora, que se declaró insolvente en 1973. En el 74 el edificio estaba en bancarrota y el Senado berlinés perdió cuarenta millones de marcos. En los 80 se trasladó la administración de Steglitz, pero en 2006 se muda a otro edificio. La torre no ha podido ser vendida ya que al estar formada de asbesto, debe ser descontaminada. A un precio de 31,2 millones de euros. 
De hangar gigante a parque temático 
Un hangar para dirigibles, de hecho el hangar para dirigibles más grande del mundo, fue construido en la región de Briesen-Brand en el Land de Brandeburgo: 360 metros de largo, 107 de alto y 210 de ancho. Luego de una inversión de varios millones de euros en su construcción, la empresa para la que fue construido, Cargolifter AG se declaró insolvente el 7 de junio de 2002. En el gigante hangar fueron aparcados algunos dirigibles de pruebas, antes de ir a concurso público. La polémica construcción es hoy en día un parque temático: Tropical Islands es su nombre. 
Peaje de ida y vuelta 
Imponer un peaje a los camiones que pasen por Alemania fue el prestigioso y desastroso proyecto de la Era Schröder y ocupó a cuatro ministros de Transportes: Franz Müntefering, Reinhard Klimmt, Kurt Bodewig y Manfred Stolpe, todos socialdemócratas. Comenzó en 2001 cuando la cancillería decide introducir el peaje en 2003. Luego de varios traspiés legales, un consorcio (Toll Collect) formado por Deutsche Telekom y Daimler Chrysler se hace cargo de la millonaria implementación que se retrasa por problemas legales. En 2004, Stolpe declara que han habido pérdidas de ingresos mensuales de 156 millones de euros. El consorcio, que debía pagar una pena de 1.300 millones de euros por incumplimiento de contrato, abandona la implementación del peaje (texto do jornalista José-Pablo Jofre, ABC, com a devida vénia)