Segundo o ABC, num texto da jornalista ISRAEL VIANA, "en la final de los Juegos Olímpicos de Múnich (1972), las dos grandes potencias enemigas históricas protagonizaron uno de los partidos más polémicos en la historia del deporte. Un episodio más de la Guerra Fría. Así sería calificado el partido de baloncesto que hoy enfrentará a Estados Unidos y Rusia en el mundial de Turquía si se hubiera producido tres o cuatro décadas atrás. Un partido como el que enfrentó el 9 de septiembre de 1972, en la final de los Juegos Olímpicos de Múnich, a Estados y la URSS, las dos principales potencias mundiales, los dos gigantes que amenazaron al mundo con una Tercera Guerra Mundial, se veían las caras en una Alemania dividida por el telón de acero. Un encuentro calificado, aún hoy, como el «robo del siglo».«Donde quien pierde, gana», titulaba ABC sobre aquella cita a la que Estados Unidos llegó sin haber perdido jamás un partido en la historia de las Olimpiadas. Pero la URSS venía dispuesta a arrebatarle el trono mundial, y, de hecho, estuvieron por delante en el marcador durante todo el partido, con un potentísimo equipo encabezado por Edeshko, Kovalebko y Belov. A falta de pocos segundos para el final, Jim Forbes colocó a los estadounidenses a tan solo un punto del gigante comunista, y los soviéticos, asfixiados por la defensa norteamericana, dejaron que, a falta de seis segundos, el gran Doug Collins les robara un balón y se fuera como un cañón hacia la canasta contraria. Pero los soviéticos no iban a dejar pasar aquella ocasión de humillar al gran enemigo histórico, y uno los defensores le estampó a Collins contra el suelo. Los árbitros pitaron falta personal y el jugador, aún maltrecho por la falta, convertía los dos tiros libres y ponía a su equipo, por primera vez en el partido, por encima en el marcador cuando tan solo quedaban tres segundos. Eran momentos de una «emoción difícilmente igualada».
Polémica histórica
A partir de ahí comenzó la confusión, pues, inmediatamente después de los tiros libres, los soviéticos sacaron rápidamente de fondo con un pase de canasta a canasta, pero fallaron el lanzamiento. Los jugadores estadounidenses se abrazaban ya en el centro de la pista y los aficionados habían invadido el parqué. Pero no de los colegiados, sin embargo, detuvo la celebración tras haber escuchado la bocina y ver el alboroto que los soviéticos habían comenzado a formar en la mesa central. Argumentaban que habían solicitado tiempo muerto antes de los tiros libres de Collins.La polémica estaba servida y aún, 38 años después, no se ha cerrado, pues, según las reglas de la FIBA de la época, sólo se podía pedir tiempo muerto antes de ser lanzado el segundo tiro libre, algo que no quedó muy claro. Cuatro décadas después no se ha aclarado si aquel tiempo muerto debería haberse concedido, pero poco importa, porque uno de los directivos de la FIBA bajó del palco y, «en una intervención difícil de comprender –contaba ABC–, se ordenó algo tan insólito como volver a jugar aquellos tres segundos».«Entre el asombro de los americanos, que no supieron colocarse, y la avidez de los soviéticos en aprovechar aquellos suplementarios tres segundos, se puso en juego el balón, y en un rapidísimo lanzamiento, el soviético Korkia –explicaba la crónica del enviado especial a Múnich, aunque en realidad quien recibió la bola fue Sergei Belov– recibió el balón bajo el aro, dribló, derribando al defensa americano, y marcó una sensacional canasta (aunque consideramos fuera de toda reglamentación) en el momento en que sonaba el claxon poniendo fin al partido».«No podíamos creer que les diesen todas esas oportunidades», declaraba el alero estadounidense, Mike Bantom, quien añadió: «Era como si fuésemos a estar allí repitiendo hasta que todo saliera bien».
Aliados políticos, aliados deportivos
Estados Unidos no estaba dispuesto a ceder la primera derrota de su selección de baloncesto en la historia de los Juegos Olímpicos, por lo que levantaron una protesta formal y esa misma noche se reunió un comité especial formado por cinco representantes de la FIBA para decidir la legalidad o no del resultado. La votación final: 3-2 favorable a la URSS.Curiosamente, los tres votos de la URSS fueron concedidos por Polonia, Hungría y Cuba, tres de los países que dominaba en el panorama internacional con el apoyo del Ejército Rojo y los partidos comunista, mientras que Italia y Puerto Rico, que pertenecían al bloque capitalista en lo que a política geoestratégica se refiere, votaron a Estados Unidos. Los jugadores del equipo norteamericano, al conocer el resultado de la votación, decidieron no aceptar las medallas de plata. Todavía hoy, casi cuatro décadas después, el COI manda cada año una carta pidiéndoles a los antiguos miembros de la selección de Estados Unidos que rellenen un formulario para recibirlas… ningún jugador las ha aceptado".
Polémica histórica
A partir de ahí comenzó la confusión, pues, inmediatamente después de los tiros libres, los soviéticos sacaron rápidamente de fondo con un pase de canasta a canasta, pero fallaron el lanzamiento. Los jugadores estadounidenses se abrazaban ya en el centro de la pista y los aficionados habían invadido el parqué. Pero no de los colegiados, sin embargo, detuvo la celebración tras haber escuchado la bocina y ver el alboroto que los soviéticos habían comenzado a formar en la mesa central. Argumentaban que habían solicitado tiempo muerto antes de los tiros libres de Collins.La polémica estaba servida y aún, 38 años después, no se ha cerrado, pues, según las reglas de la FIBA de la época, sólo se podía pedir tiempo muerto antes de ser lanzado el segundo tiro libre, algo que no quedó muy claro. Cuatro décadas después no se ha aclarado si aquel tiempo muerto debería haberse concedido, pero poco importa, porque uno de los directivos de la FIBA bajó del palco y, «en una intervención difícil de comprender –contaba ABC–, se ordenó algo tan insólito como volver a jugar aquellos tres segundos».«Entre el asombro de los americanos, que no supieron colocarse, y la avidez de los soviéticos en aprovechar aquellos suplementarios tres segundos, se puso en juego el balón, y en un rapidísimo lanzamiento, el soviético Korkia –explicaba la crónica del enviado especial a Múnich, aunque en realidad quien recibió la bola fue Sergei Belov– recibió el balón bajo el aro, dribló, derribando al defensa americano, y marcó una sensacional canasta (aunque consideramos fuera de toda reglamentación) en el momento en que sonaba el claxon poniendo fin al partido».«No podíamos creer que les diesen todas esas oportunidades», declaraba el alero estadounidense, Mike Bantom, quien añadió: «Era como si fuésemos a estar allí repitiendo hasta que todo saliera bien».
Aliados políticos, aliados deportivos
Estados Unidos no estaba dispuesto a ceder la primera derrota de su selección de baloncesto en la historia de los Juegos Olímpicos, por lo que levantaron una protesta formal y esa misma noche se reunió un comité especial formado por cinco representantes de la FIBA para decidir la legalidad o no del resultado. La votación final: 3-2 favorable a la URSS.Curiosamente, los tres votos de la URSS fueron concedidos por Polonia, Hungría y Cuba, tres de los países que dominaba en el panorama internacional con el apoyo del Ejército Rojo y los partidos comunista, mientras que Italia y Puerto Rico, que pertenecían al bloque capitalista en lo que a política geoestratégica se refiere, votaron a Estados Unidos. Los jugadores del equipo norteamericano, al conocer el resultado de la votación, decidieron no aceptar las medallas de plata. Todavía hoy, casi cuatro décadas después, el COI manda cada año una carta pidiéndoles a los antiguos miembros de la selección de Estados Unidos que rellenen un formulario para recibirlas… ningún jugador las ha aceptado".