“La tensión de la Guerra Fría convirtió en objetivo militar una aeronave
comercial con 269 civiles con destino a Seúl el 1 de septiembre 1983. Todos
murieron. La tensión de la Guerra Fría a principios de los ochenta se disparó
hasta un punto crítico por el trágico incidente de la madrugada del 1 de
septiembre de 1983. Un caza ruso cumplió la orden de derribar un avión
comercial que, por error, sobrevolaba peligrosamente territorio de la Unión
Soviética, directo hacia su flota de submarinos nucleares. Murieron los 240
pasajeros y los 29 tripulantes a bordo del vuelo 007 de la compañía Korean
Airlines con destino a Seúl. La conmoción mundial se agitó aún más por la
opacidad de la URSS. Moscú no reconoció haberlo abatido hasta una semana
después. Justificó que era un avión espía oculto, no comercial. Tardó en reconocer
la culpa, lamentó las muertes, pero no se disculpó. No entregó la caja negra
para esclarecer las causas hasta una década después, tras la caída del imperio
soviético. No quedó rastro de pasajeros ni de equipajes.
Avión espía
Todas los trágicas casualidades confluyeron para que la tensión
acumulada de la Guerra Fría detonara los misiles que acabaron con 269 civiles.
El avión de pasajeros partió desde el aeropuerto JFK de Nueva York con destino
a Seúl con una parada en Anchorage (Alaska) para repostar. Nada más despegar de
Alaska, la nave se desvió de su camino. El estudio posterior de la caja negra
determinó que el piloto creyó haber fijado la ruta correcta con el automático,
sin embargo, mantuvo por error un rumbo fijo directo hacia Siberia. Los radares
rusos captaron la intromisión por la península de Kamchatka. Mandó unos cazas a
reconocerlo y disuadirlo, aunque no llegaron a tiempo y el Boeing 747 siguió su
rumbo ajeno a cualquier violación territorial. Los rusos no lo dejarían escapar
en su segunda invasión, esta vez sobre la isla de Sajalín, al norte de Japón.
Menos aún cuando el avión iba directo a la flota rusa en el Pacífico, en
Vladivostok, con sus submarinos nucleares. La casualidad hizo que un avión
espía de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos rastreara ese mismo día la misa
zona. El Boeing RC-135 entraba y salía de territorio soviético en maniobras
habituales para probar la capacidad de los radares rusos. Su señal se confundió
con el del comercial Boeing 747. Los rusos estaban tras la pista de un avión
espía que confundieron con la nave surcoreana cargada de almas inocentes.
Avisos insuficientes
El caza soviético realizó al vuelo 007 maniobras de advertencia propias
para naves militares, no tan evidentes ni pacientes como las dirigidas a aviones
comerciales. Lanzó ráfagas de aviso, pero no eran trazadoras, y por tanto eran
invisibles en la noche. La oscuridad también impidió al piloto ruso discernir
si era un «jumbo» comercial o uno similar espía. Cuando trató de acercarse a la
nave surcoreana, el piloto de Korean Airlines, ajeno a la disuasión, elevó el
vuelo inconsciente del peligro. El puesto de mando de Defensa soviético lo
entendió como una maniobra de disuasión y la orden fue clara: «Destruir el objetivo».
El avión no explotó tras recibir el impacto de dos misiles aire-aire, ni cayó
en picado de inmediato. El piloto surcoreano pudo mantener el vuelo durante
cinco minutos, con los motores a salvo; pero la cabina despresurizada y el
sistema hidráulico roto hicieron que tardara poco en precipitarse en una
espiral dramática hasta impactar brutalmente en el mar a 30 millas de la isla
de Sajalín. No hubos supervivientes.
Tensión de la Guerra Fría
Embarcaciones rusas acudieron enseguida a recuperar las pruebas,
obsesionados por mantener todos sus secretos a salvo en un momento crítico de
tensión de la Guerra Fría. Equipos de Japón, Corea del Sur y Estados Unidos
también trataron, sin éxito, de recoger información. El entonces presidente de
EE.UU., Ronald Reagan, abrió el GPS, entonces solo de uso militar, a la
aviación civil. Nuevos episodios de tensión aérea similar se lograron contener
por la precaución añadida en las defensas rusas tras la fatal experiencia. El
paranoico miedo a un ataque no volvió a terminar en tragedia cuando, en 1985,
un avión de Japan Airlines se adentró por error en Siberia. Como todo episodio
de la Guerra Fría, las teorías de la conspiración no se hicieron esperar. ¿El
impacto borró todo rastro de los pasajaeros o los rusos recogieron todos los
cuerpos y las pertenencias para no dejar pruebas? ¿Washington sabía que un
avión occidental cruzó la línea roja, no hizo nada por evitarlo y así tensionar
la Guerra Fría? ¿Ronald Reagan amplificó el incidente con su retórica para
justificar su Guerra de las Galaxias, alimentar el rechazo internacional a la
Unión Soviética y acelerar su caída?” (texto do ABC, do jornalista J. Cano, com
a devida venia)