sábado, março 07, 2015

Un oasis entre Boston y Nueva York


“Tomando la autovía hacia el norte, bordeando la costa desde Nueva York, el paisaje, hasta entonces eclipsado por inmensos rascacielos, va cobrando un aspecto salvaje, prometedor. El viaje al pequeño estado de Rhode Island, nuestro destino, aparte de corto –tres horas– se hace ameno. Desde la carretera, a mano derecha, la costa rocosa da paso al océano Atlántico, custodiado, a mano izquierda, por bosques de pinos, sauces y abedules. Cuesta poco imaginarse, en un paraje como este, los campamentos de las tribus wampanoags o narragansetts aprovechando la caza y la pesca del lugar. Al cruzar el largo puente Claiborne Pell, nos damos cuenta de por qué a Rhode Island se lo conoce como el estado oceánico y de por qué es también el destino preferido por neoyorquinos y bostonianos para desconectar del caos de la gran ciudad. En la bahía de Narragansett los europeos encontraron, en el siglo XVII, un lugar ideal donde asentarse. Aquí, la brisa marina se siente nada más llegar. Interminables playas; rocosos acantilados; bosques que esconden lujosas mansiones; una cocina exquisita con el marisco como exponente y, por si fuera poco, con dos joyas de la Costa Este: Providence y Newport. La ciudad de Providence, la capital, se encuentra al final de la bahía. Está de moda en el mundo culinario ya que posee algunos de los más aclamados restaurantes del país y una de las mejores escuelas de cocina del mundo. La ciudad renacentista, como la llaman allí, se ha convertido en un núcleo de creatividad, expresión artística y cultural. Un buen ejemplo es la obra Waterfire, del artista Barnaby Evans. Se trata de una composición con 80 hogueras que descansan sobre braseros sobre los tres ríos de Providence. Ha atraído a más de diez millones de visitantes a la ciudad y destaca por su sencillez y belleza, especialmente de noche. Newport merece un capítulo aparte. Fundada en 1639 por disidentes religiosos, pronto se convirtió en un puerto pesquero y comercial de importancia internacional. El ambiente de esta pequeña urbe solo se puede apreciar al pasear por sus calles, repletas de vida, de mercados, tiendas y restaurantes de pescado y marisco. A quienes les gusten los veleros encontrarán en Newport uno de los mayores exponentes mundiales. De hecho, es aquí donde tiene lugar el trofeo más prestigioso: la Copa América. Newport tiene un espíritu joven y animado. Desde siempre ha sido un lugar de encuentro comercial y cultural. Con la llegada de la primavera se suceden los conciertos y festivales de música en la ciudad. Las interminables playas son también un lugar perfecto para relajarse, disfrutar de una espléndida puesta de sol o para pasar un día en familia. Newport esconde, a su vez, más secretos entre sus bosques. En el siglo XIX, las más acaudaladas familias neoyorquinas, como los Rockefeller o los Vanderbilt, decidieron que era buena idea construir sus llamadas cabañas para pasar fines de semana y vacaciones. Lo que ellos entendían como cabañas son algunas de las más lujosas mansiones del país. Hoy en día estas residencias están abiertas al público para hacer recorridos u organizar eventos especiales” (texto do jornalista JAVIER MARTÍNEZ MANSILLA, do Cinco Dias, com a devida vénia)