Una investigación de EL PAÍS y ‘Armando.info’ revela cómo se gestó una trama que involucra a decenas de personas y empresas, viaja por casi una treintena de países y mueve el dinero entre paraísos fiscales para crear un opaco negocio multimillonario. El 7 de marzo de 2019, Venezuela se sumió en la oscuridad. Lo que se presuponía otro apagón más se fue prolongando: una hora, dos, cinco; un día, dos, tres… Entre acusaciones de sabotaje, el Gobierno chavista se movió sigilosamente y recurrió a la colaboración de esos socios que se ha granjeado durante décadas. Entre ellos a un grupo de mexicanos. Lo que en un primer momento se planteó como un acercamiento para tratar de paliar las carencias energéticas de un sistema socavado por décadas de corrupción y dinamitado durante el apagón derivó con los meses en una red internacional con la que se ha tratado, y en muchas ocasiones conseguido, mover ingentes cantidades de petróleo, dinero y otros recursos, como oro, carbón y aluminio, bajo la apariencia de ayuda humanitaria, siempre evadiendo las sanciones impuestas por Estados Unidos. Una trama que involucra a decenas de personas y empresas, viaja por casi una treintena de países y mueve el dinero entre paraísos fiscales. Una investigación de EL PAÍS y Armando.info revela cómo se urdió esta red que ha permitido al chavismo evadir las sanciones de la principal potencia del planeta y que ha generado un negocio opaco multimillonario.
En abril de 2019, un mes después de que
Venezuela se fundiera a negro, la vicepresidenta Delcy Rodríguez descolgó el
teléfono y contactó a un grupo de empresarios mexicanos, duchos en el sector
eléctrico. A priori, se trataba de ver cómo se podían llevar a Venezuela unas
plantas de electricidad, muy similares a las que se utilizaron durante la
guerra de Irak, que sirvieran para paliar los efectos de la escasez energética.
No obstante, desde el primer viaje que los empresarios realizaron a Caracas
quedó claro que las intenciones de hacer negocios iban más allá de la
adquisición de unos generadores. Varios miembros del Gobierno de Venezuela y
operadores de la cúpula chavista plantearon lo que se convertiría en el germen
de una trama internacional para generar negocios que no dejaran rastro. EL PAÍS
y Armando.info tienen en su poder miles de documentos que, junto a decenas de
entrevistas, incluso con algunos implicados —que han pedido hablar bajo
condición de anonimato por miedo a represalias— atestiguan cómo se creó y
evolucionó esta opaca red. Una trama que intercambió primero petróleo por
alimentos y camiones cisterna de agua potable, y luego pasó a cobrar el dinero
de las exportaciones a través de circuitos financieros ajenos al control de
Estados Unidos. Todos los implicados tienen un nexo en común: Alex Saab,
supuesto testaferro de Nicolás Maduro, que espera en Cabo Verde su extradición
para ser juzgado en Estados Unidos por lavado de dinero.
El origen de esta red se sitúa en las
sanciones impuestas a Venezuela desde 2014, principalmente por Estados Unidos,
para presionar al Gobierno de Maduro y tratar de forzar un cambio que nunca ha
llegado. Hoy las sanciones son moneda de cambio en una posible negociación
entre la oposición y la Administración para lograr una salida a la crisis del
país. Lo que sí han conseguido estas presiones es menguar el margen de maniobra
del chavismo para hacer negocios con muchas compañías por temor a ser golpeadas
por el Departamento del Tesoro estadounidense. Y en el centro de toda la
presión ha estado Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), la gran aportadora de
divisas a Venezuela, el país con una de las mayores reservas de petróleo del mundo.
Después de que la petrolera estatal sufriese de escasez de divisas, que el
Gobierno utilizaba para todo tipo de operaciones, el chavismo recurrió a
operaciones comerciales en las que pudieran pagar con crudo en lugar de dinero.
Delcy Rodríguez fue clave para activar la
conexión mexicana. Junto a su hermano Jorge, actual presidente de la Asamblea
Nacional y varias veces ministro, conforman uno de los pilares del Gobierno de
Nicolás Maduro y una dupla cuyo poder les ha permitido desplazar a Diosdado Cabello
como el oficioso número dos del chavismo. La excanciller y actual
vicepresidenta preparó en abril de 2019 una serie de encuentros con
funcionarios estatales y operadores cercanos a la cúpula chavista, y un grupo
de empresarios mexicanos, entre los que se encontraba el también político José
Adolfo Murat, a quienes conocía de foros internacionales de organizaciones de
izquierda como el de Biarritz. Se plantearon distintos negocios. Con Simón
Zerpa, entonces ministro de Economía ahora venido a menos tras acusaciones de
deslealtad, se formuló la posibilidad de lograr unos camiones cisterna de agua
potable. Además, el ministro planteó a los mexicanos si era posible conseguir
un puesto de consideración en el puerto de Veracruz, una puerta que les
permitiría entrar y sacar de México cargamentos a gran escala. Ni Delcy
Rodríguez ni el Gobierno venezolano han respondido a las solicitudes de
entrevista para esta investigación.
La siguiente reunión de los mexicanos se
produjo con Ricardo Morón y José Luis Sandoval —el primero, sancionado por
Washington en julio de 2020, es próximo a Nicolás Maduro Guerra, hijo del
presidente; el segundo, funcionario de PDVSA— , quienes pusieron sobre la mesa
la posibilidad de hacer negocios con maíz blanco y trigo duro, a través de
Colombia: el precio y el pago se harían en oro. Otra de las personas con las
que se reunieron fue Omar Nassif, hermano de un empresario próximo a Delcy
Rodríguez. Nassif planteó a los mexicanos la posibilidad de mover algunos
alimentos, con transacciones que se realizarían vía Hong Kong. Para ello, les
aseguró, contaba con la colaboración de algunos proveedores en México. La
afirmación de Nassif no era baladí: él había participado en la trama de los
CLAP, los comités de distribución de alimentos promovidos por el chavismo.
Entre 2016 y 2018, Alex Saab y su socio, el también colombiano Álvaro Pulido
Vargas —cuyo nombre real era Germán Rubio, pero lo cambió tras ser involucrado
en el año 2000 en una operación de narcotráfico vinculada al cartel de Bogotá—
idearon una estructura de sociedades instrumentales en Hong Kong, Turquía y
Emiratos Árabes Unidos, de la que se beneficiaron empresarios mexicanos,
algunos de ellos, como se ha podido comprobar, vinculados con la nueva red que
se comenzó a tejer en abril de 2019. La figura de Alex Saab aparece también en
aquellos encuentros en Caracas: los empresarios mexicanos se reunieron con una
de sus operadoras.
Esa serie de contactos fue cobrando forma
al regresar a México. Entonces aparece en escena, según la reconstrucción a
partir de la investigación de EL PAÍS y Armando.info, Joaquín Leal, un
empresario de 29 años, sancionado desde junio de 2020 por el Departamento del
Tesoro de Estados Unidos por sus negocios con Venezuela y que por aquel
entonces trabaja en Diversidad, la empresa de José Adolfo Murat, con quien
empieza a desarrollar los negocios que les han planteado.
En mayo de 2019, Murat regresa a Caracas,
esta vez con Leal. Los empresarios mexicanos se sientan de nuevo con Simón
Zerpa. El objetivo era concretar las operaciones habladas. Aunque en ese
momento se planteó que los pagos se hicieran en euros o en rublos, finalmente
la opción que fructificó un mes después fue el intercambio de petróleo por
alimentos y camiones cisterna de agua potable. La moneda que se baraja para las
transacciones es el euro. Zerpa aseguró que pedirían a un tercer actor que
efectúe el pago, el 70% como anticipo. En los dos contratos de la operación,
que asciende a 200 millones de euros, no consta ningún número de cuenta del
destinatario para realizar el pago. “Ante los organismos competentes” es la
extraña fórmula utilizada en ambos casos, que también puntualiza que el mismo
se podrá hacer “de forma fraccionada” y con la posibilidad de rescindir el
contrato en 90 días. El 30% del pago restante, según los contratos, “será
tramitado por el comprador por entes competentes de financiamiento”, sin que en
ningún momento aclare a quién se refiere.
Tras la firma de los acuerdos comerciales,
Leal buscó asesoría y se encargó de conseguir los camiones y coordinar el
traslado de los alimentos desde México. También negoció con sus contactos
venezolanos el precio del petróleo. En los correos electrónicos se presentaba
como representante legal de Libre Abordo, la empresa con la que el Gobierno
venezolano hizo el negocio. Después de cerrar el trato, la petrolera venezolana
envió una serie de facturas a Libre Abordo “en atención” a Olga María Zepeda
Esparza, directora y socia de la empresa —hoy también sancionada por Estados
Unidos—, detallando el equivalente en barriles de petróleo y los millones de
euros que la petrolera exigía como pago a la firma mexicana, al margen de los
trueques por alimentos y productos en especie. Por ejemplo, en una factura del
19 de junio de 2020 por 32,9 millones de euros (el equivalente a 36,3 millones
de dólares) se lee que el destino del petróleo era el puerto de Singapur.
La operación de intercambio de petróleo por
alimentos y camiones cisterna de agua fue el detonante para que, un año
después, en junio de 2020, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos
sancionara a Libre Abordo, Joaquín Leal y Zepeda Esparza. Entonces, la Unidad
de Inteligencia Financiera de México (UIF), dirigida por Santiago Nieto, inició
una investigación para seguir el rastro del dinero. Los resultados, sin
embargo, son ínfimos. El pasado 18 de mayo, la UIF presentó ante la Fiscalía
una denuncia, a la que ha tenido acceso este periódico, y pidió el
aseguramiento de un centenar de cuentas de Libre Abordo, Leal, Zepeda Esparza y
su madre, Verónica Esparza, socia de la empresa.
El de aquella primavera fue el único viaje
que Murat y Leal realizaron juntos a Caracas. El primero asegura que dejó el
negocio en manos del segundo al regresar de Caracas. Cuando Leal le comentó que
los venezolanos le dijeron que las operaciones incluían un intercambio de
petróleo, Murat le pidió que no siguiera adelante. “Le dije que había sanciones
de Estados Unidos y no podíamos meternos en ese lío”, afirma a este diario
Murat quien, asegura, no fue consciente de que Leal siguió adelante con el
negocio con Libre Abordo. Murat rompió con Leal meses más tarde, a finales de
2019, al percatarse de que había seguido adelante con el negocio pese a las
advertencias. El joven empresario mexicano no ha querido dar su versión ni
responder a las peticiones de entrevista para esta investigación.
Los intercambios humanitarios eran mera
fachada
A partir de las operaciones por los
camiones cisterna y el maíz, Leal organizó desde México una red secreta al
servicio del Gobierno de Maduro para ayudar en la venta de petróleo venezolano
al margen de las sanciones estadounidenses. Para intentar esconder el rastro
del dinero creó decenas de empresas y tejió una red de socios financieros en
una treintena de países. La trama se conecta con entidades por todo el mundo
—algunas offshore—, en Suiza, Luxemburgo, Malta, Curazao, Reino Unido, Suecia,
Noruega, Grecia, Estados Unidos, Singapur, Bangladesh, China, Malasia, México,
entre otros países de Europa, Asia y América, y paraísos fiscales como la Isla
de Man y las Islas Vírgenes Británicas.
El modus operandi que se ha podido
reconstruir en esta investigación demuestra que la prestación de ayuda
humanitaria era tan solo un pretexto. El lado mexicano embarcaba los productos
en especie y PDVSA les pagaba con petróleo y logística para sacarlo del país en
buques. Sin embargo, detrás de esta operación se escondía otra más compleja que
dejaba millones de ganancias para los involucrados a través de la reventa del
crudo a precios por debajo del mercado, con dinero que eventualmente regresaba
a PDVSA como pago por la mercancía. La petrolera de Venezuela terminaba
cobrando las facturas que le emitía a Libre Abordo en cuentas de bancos rusos,
como Gazprombank y Evrofinance Mosnarbank. Con ello lograban concretar las
transacciones fuera del sistema bancario estadounidense y no involucrar a
ciudadanos de ese país. Los documentos a los que ha accedido esta investigación
dan cuenta de que los tratos con el petróleo se prolongaron entre noviembre de
2019 y mayo de 2020. En la inmensa mayoría de los casos se dejó de lado el
trueque de alimentos y se vendió el petróleo directamente a los intermediarios
mexicanos.
Una vez que Libre Abordo pactaba la salida
del petróleo de Venezuela, echaba mano de un grupo de intermediarias para continuar
con la reventa de los barriles. Por lo general buscaba compradores del mismo
consorcio envuelto en la trama o se dirigía a las refinerías localizadas en el
extranjero. Por ejemplo, un cargamento entregado en Malasia a una empresa china
fue revendido por Orin Energy, un holding que se dedica a las materias primas.
El entramado de Leal y Libre Abordo tenía en Asia a sus principales clientes.
En las presentaciones corporativas, se lee que dos de los principales
compradores del petróleo venezolano eran las chinas PetroChina y Sinopec. La
mayoría de sus cargamentos también fueron enviados a Singapur y a Malasia, dos
importantes centros de refino mundial.
En una primera etapa, Libre Abordo buscó
clientes y formas de colocar el petróleo en el mercado mundial energético.
Cuando sancionó a la compañía mexicana en junio de 2020, el Departamento del
Tesoro señaló que esta utilizó las mismas rutas internacionales, los mismos
procesos de envío y los mismos clientes que en el pasado habían manejado dos
filiales suizas de la petrolera Rosneft. El gigante ruso era uno de los
principales socios de PDVSA, pero salió del negocio en febrero de 2020 tras ser
sancionada por EE UU por sus tratos con Venezuela. Leal y sus socios también se
asesoraron con otros participantes en el esquema diseñado desde el Gobierno de
Maduro, como Alessandro Bazzoni, un italiano con un largo historial de negocios
con PDVSA, y Philipp Apikian, un suizo que también ha estado involucrado en la
venta y envío de petróleo venezolano. Ambos fueron sancionados en enero de 2021
por la Casa Blanca al ser partícipes de la misma trama que ha movido millones
de barriles de crudo venezolano por debajo del radar de las sanciones
estadounidenses.
El nexo entre Leal y un viejo conocido de
PDVSA
Uno de los principales intermediarios que
utilizó Leal para revender el crudo fue Elemento, una empresa constituida por
Bazzoni en Malta en marzo de 2015, con filiales en la isla caribeña de Curazao
y el Reino Unido, y que previamente había comercializado petróleo venezolano en
asociación con una firma estadounidense. Elemento, entre febrero y diciembre de
2019, movió al menos 13 cargamentos de PDVSA. Tras los tratos con Leal, la
firma de Bazzoni se hizo cargo de uno de los dos primeros cargamentos que Libre
Abordo sacó de Venezuela. La mercancía revendida por Elemento fue entregada en
Singapur a una empresa de Macao —exenclave portugués en China, ahora con un
estatus de soberanía similar al de Hong Kong— en abril de 2020, casi un año
después de que zarpara desde el país caribeño.
No era la primera vez que Elemento
auxiliaba al Gobierno de Maduro para sacar cientos de millones de barriles de
petróleo de las costas del país sudamericano, según se desprende de los miles
de documentos en poder de los dos medios y que forman parte de esta
investigación. Para revender los cargamentos, Elemento echó mano de Swissoil
Trading S.A, una empresa energética fundada en Suiza en 1998 que ha fungido
como una revendedora de materias primas en Medio Oriente y Asia, y donde
Apikian es el administrador único. Con la intención de replicar este esquema
ideado por Elemento y disminuir las pérdidas y problemas legales de acudir a
otros intermediarios para revender el crudo, el 11 de febrero de 2020 Leal
fundó Cosmo Resources en Singapur. La idea, según un organigrama diseñado por
el propio Leal, era compartir el consejo de administración de la firma con su
socio Bazzoni para continuar con la comercialización de petróleo en Asia y
otras partes del mundo.
A través de Cosmo, el empresario mexicano
tanteó la idea de absorber a Libre Abordo y su filial Schlager Business Group,
la encargada de dar apoyo administrativo a las operaciones de su empresa madre.
El 16 de febrero de 2020, Leal escribió en un correo que estaba contemplando la
posibilidad de que Cosmo comprara a Libre Abordo. Un día después, Hugo
Villaseñor, director financiero de Cosmo e íntimo de Leal, coordinó la apertura
de una cuenta bancaria para la firma. En un correo enviado a un directivo de
Alpha FX, un banco de Londres especialista en divisas que ofrece sus servicios
a nivel internacional para “empresas e instituciones afectadas por la
volatilidad de la moneda”, Villaseñor solicitaba la apertura de la cuenta,
donde calculaba que el flujo mensual de dinero oscilaría entre 10 y 40 millones
de euros. La apertura de la cuenta se hizo por recomendación de Richard
Rothenberg, el director financiero de Elemento.
El papel de Cosmo es crucial para entender
cómo se capitalizaban los intercambios de petróleo bajo la fachada de ayuda
humanitaria. En la solicitud para la apertura de la cuenta, la compañía
explicaba que obtenía sus principales ingresos de los pagos que le hacían
PetroChina y las refinerías de Sinopec por los cargamentos de petróleo que
salían de Venezuela. Otra de sus entradas provenía de los pagos que le
realizaban otras intermediarias de materias primas, como Beaconsfield
Commodities Trading, un consorcio de Bazzoni constituido en Suiza y con
filiales en las Islas Caimán, Sudáfrica, Suiza y Suecia. En cambio, Cosmo tenía
sus principales salidas de dinero en pagos realizados a Elemento y Libre
Abordo, que se encargaban de sacar el petróleo de Venezuela. Uno de los planes
del joven empresario mexicano era realizar los mismos negocios que había hecho
con PDVSA con otras petroleras latinoamericanas, como Pemex, la colombiana
Ecopetrol, y Petroecuador.
Las sanciones que catapultaron la trama
mexicana
La salida de Rosneft de Venezuela catapultó
los negocios de Leal y sus socios. Con la salida del gigante ruso, uno de los
principales socios de PDVSA, las cantidades de crudo a las que el entramado
mexicano tuvo acceso se dispararon. Para abril de 2020, los empresarios
mexicanos recibieron alrededor del 40% de las exportaciones de la petrolera
venezolana, según el Departamento del Tesoro. A medida que despuntaban sus
negocios, Leal comenzó a preocuparse por la situación legal de los tratos que
hacían sus empresas con Venezuela. En diciembre de 2019 se acercó al despacho
estadounidense Pillsbury Winthrop Shaw Pittman LLP para buscar asesoría. En
marzo de 2020, un despacho mexicano también emitió su opinión legal sobre las
posibles sanciones a las que podían ser sujetos Leal y Libre Abordo.
Desde México, Leal estructuró diversos
esquemas para concretar sus negocios con Venezuela y echó mano de ingeniería
financiera para manejar sus activos intentando borrar la huella del dinero. La
documentación en poder de EL PAÍS y Armando.info contiene miles de correos
electrónicos que intercambiaron los miembros de la trama protagonizada por
Leal. Hay hojas de cálculo con el valor del crudo y los flujos mensuales que
obtenían por comercializar los cargamentos, así como contratos de exportación,
facturas de las operaciones de compra-venta y de servicios de asesoría
financiera. También hay referencias bancarias, planes de negocio donde se
exploraba la posibilidad de entrar al mercado del cobre y el aluminio, y una
relación de pagos por los costos generales y administrativos de las diversas
firmas de la red, como erogaciones por alquiler, servicios públicos y gastos de
viajes internacionales.
Un documento con los ingresos registrados
en 2019 por las compañías de Leal dibuja el espectacular ascenso que tuvo este
grupo de empresarios que hasta ese año habían sido casi desconocidos. Cinco
sociedades ligadas al joven empresario recaudaron solo ese año más de 107
millones de dólares, cuando aún no habían alcanzado el pico de los negocios con
el petróleo venezolano. Los pagos más altos de la nómina en estas empresas
estaban destinados a los sueldos de Leal, que se pagaba a sí mismo 750.000
pesos mensuales (algo más de 37.000 dólares, unos 30.500 euros), así como a su
madre y hermana, que cobraban medio millón de pesos (25.000 dólares, 20.600
euros). En el archivo que da cuenta de la contabilidad durante 2019 también
viene el sueldo de la abuela, que ese año obtuvo ingresos por 30.000 pesos al
mes (1.500 dólares, unos 1.200 euros).
EL PAÍS y Armando.info han podido comprobar
que Leal y su entorno utilizaron al menos 50 empresas para esconder el rastro
del dinero. Detrás de cada plan de negocio, había una compañía para ejecutar
sus proyectos. En la mayoría Leal no aparecía como socio, sino como
representante legal. Detrás de las firmas por lo regular estaban Verónica
Esparza y su hija Olga María Zepeda Esparza o miembros de su familia. En su
amplio portafolio también llegó a crear estructuras en paraísos fiscales, donde
la identidad de los socios no aparece abierta en los registros y donde es fácil
ocultar altos flujos de dinero evadiendo el pago de impuestos. Una de ellas es
JLJ Technologies LLC, constituida en Wyoming el 20 de marzo de 2019, donde Leal
quedó registrado como administrador único. Esta sociedad no tuvo una operación
real, pero le permitió a Leal esconder el rastro de los socios que estaban
detrás de sus firmas.
También creó Mystic Universe, una empresa
en las Islas Vírgenes Británicas —el mayor paraíso fiscal del planeta por su
volumen de negocios y número de firmas incorporadas— que tenía una sociedad
espejo en Ontario, Canadá. Ambas sociedades fueron constituidas por Leal en
mayo de 2019 en medio de sus primeros viajes a Caracas. Según las actas
constitutivas revisadas, Leal poseía 90% de las acciones, mientras que su madre,
María Teresa Alfaro, y su hermana, Carlota Jiménez, poseían un 5% cada una. El
5 de agosto de 2019, Mystic empezó a funcionar como un holding de operaciones
que absorbió el control de otras firmas vinculadas a Leal.
En una de las presentaciones elaboradas por
el equipo de Leal se asegura que Mystic invertía en compañías de tecnología,
energía y commodities (materias primas) en América y otros países fuera del
continente. “El objetivo de Mystic Universe es cambiar al mundo, por lo que nos
enfocamos en industrias fundamentales, energía, tecnología, commodities,
finanzas y salud”, se resalta en el documento. En su antigua página web, Mystic
decía que había invertido más de 300 millones de dólares. Pero todos los
beneficiarios de las inversiones de Mystic eran otras empresas de Leal.
Mystic fue presentada en los medios de
comunicación mexicanos como un fondo de inversión canadiense concentrado en
proyectos de impacto social. En notas periodísticas publicadas entre agosto y
septiembre de 2019 se anunciaba que la firma invertiría en Hábitos Luzy, la
filial mexicana de Luzy Technologies, empresa que está incluida en la lista
negra del Departamento del Tesoro. En los papeles, la compañía se especializa
en brindar asesoramiento en salud y alimentación a través de una aplicación
móvil, gestionar comedores industriales y revender materiales sanitarios.
Leal, que constantemente ideaba cómo
reorganizar su amplio portafolio de compañías a través de fideicomisos,
empresas fachada y testaferros, el 16 de abril de 2020 acudió a la banca de
inversión de Morgan Stanley para explorar una salida a Bolsa para Mystic
Universe. Una de las múltiples maniobras que surgió de la red que burló las
sanciones de Estados Unidos a Venezuela (El Pais)
Sem comentários:
Enviar um comentário